domingo, 16 de diciembre de 2012

Cómo acompañar a los niños y las niñas en el duelo

     Hoy hace 20 años que perdí a una persona muy querida. Este hecho me ha marcado desde entonces y todavía hoy tengo que lidiar con parte de las consecuencias de aquella pérdida tan dolorosa.
    Y ¿Por qué contar esto? Porque yo era todavía una niña y ahora, como adulta y como maestra (o persona que está muy en contacto con la infancia) veo lo sola que se sintió esa niña al estar todo el mundo alrededor ocupándose cada cual de su propio dolor, así que he decidido contar aquí lo que pienso sobre cómo acompañar a un niño o niña al que le toque vivir algo así, sobretodo desde la escuela (que es desde donde yo puedo colaborar).
     Yo supongo que el cómo cada persona experimente la muerte de alguien cercano depende de muchos factores: su edad, su madurez, cómo lo viven los de alrededor (sobretodo su familia directa), la información que se le da, los comentarios que oye o que se le dicen, la espiritualidad con la que lo viva la familia, etc... por eso, lo mejor es dejar un espacio donde puedan expresarse libremente, sin juicio y puedan preguntar sin miedo, obteniendo respuestas, aunque la respuesta que le dé un adulto sea "no lo sé, yo no tengo la respuesta". Es muy importante la sinceridad de los "mayores" en este caso; es verdad que cuando son muy pequeños/as hay que adaptar ciertas explicaciones o ayudarse de cuentos que intentan explicar en qué consiste eso de la muerte, pero sí están preparados y preparadas para entender que mamá y papá están tristes y pueden llorar. Ojalá no tuvieran que verles tristes ni llorando, ojalá pudiéramos vivir los adultos estas pérdidas con más aceptación y menos dolor pero, si hay dolor y se sufre, entonces los niños y niñas lo ven y lo perciben y por eso, es mejor poner palabras y expresar qué estamos sintiendo, sin cambiar la realidad ni ocultar las propias emociones (sin olvidarnos de atender las emociones de los que aún siguen vivos).
     No podemos evitar la muerte, no podemos evitar que se nos vaya alguien querido, pero sí podemos evitar que las consecuencias de dichas experiencias sean aún más dolorosas.
       Cuando un niño o niña (insisto que depende mucho de la edad y que cada caso es distinto) pierde a una persona de su entorno más cercano, además del dolor de la propia pérdida (que dependerá mucho del dolor que sientan los adultos), surgen emociones muy difíciles de identificar. Estas emociones pueden estar relacionadas con la culpa. Sí, con cierta frecuencia, el niño o niña se siente culpable, bien por el hecho en sí de la muerte (tienen ese pensamiento mágico en el que creen que por haberlo dicho o pensado en un enfado, han podido ser los responsables) o por sentir que podrían haber hecho algo para evitarlo, o en otras ocasiones (cuando son más mayores) pueden llegar incluso a sentirse culpables por quedarse aquí, en la vida y que le haya tocado a otra persona morirse (yo escribo aquí justo casos con los que yo me he encontrado; puede sonar algo extraño o puede que haya más situaciones que yo desconozco). En cualquiera de los casos, hay que hacer lo posible para que el niño/a no sienta ni un poco de responsabilidad.
      El ambiente que rodee al niño o niña y las cosas que se le digan o escuchen, influirán mucho en cómo sea su duelo. El duelo es el proceso de adaptación emocional que sigue a cualquier pérdida; en este caso sería el tiempo que cada cual necesita para elaborar dicha pérdida. En ese proceso  es necesario dejar salir las emociones que surjan, permitirse sentir el dolor, la pena (el alivio, en algunos casos), etc... y cuidarse hasta que se asimile dicha pérdida (el tiempo depende de cada persona).
     Como maestra, tuve la oportunidad de acompañar a un alumno que perdió a su padre, cuando estaba en 5º de Primaria. Mi primera reacción fue la de asustarme por no saber cómo actuar con él. No puedes hacer como si no hubiera pasado nada, no puedes ponerte a llorar, si eso te hace perder la capacidad de ayudarle, y no puedes olvidarte de que hay otra parte de alumnos y alumnas que también necesitan atención en estos casos y un espacio donde poder hablar, preguntar, opinar, compartir experiencias personales y dar ideas sobre cómo recibir a su compañero/a.
    Desgraciadamente, en nuestra cultura estamos muy poco preparadas y preparados para afrontar estos temas. Los más pequeños/as son muy espontáneos/as y no lo viven como un tabú pero, a medida que van creciendo, y aprendiendo de cómo lo viven los adultos, estos temas se convierten en esas cosas de las que "no se habla" y entonces, nos sentimos más perdidos/as. Pero los/las que lo deseamos, hacemos lo posible por romper ese tabú. Cuando has tenido tú la experiencia, el tabú va desapareciendo por lo real del asunto y porque te acostumbras a hablar de ello con la naturalidad cruda y real del tema y vas acostumbrando a los demás a que pregunten sin miedo y a que compartan también sus inquietudes. Cuando te toca poner eso en práctica con un niño y quieres actuar con naturalidad, desde el amor y sin pasar por encima como si nada (a veces es lo más fácil porque te aseguras no meter la pata, o eso crees), entonces te puedes sentir algo desorientada...al menos así me sentí yo. Y, menos mal que, en mi desorientación, encontré el apoyo de Vicky, amiga y orientadora del colegio en aquel entonces. Y ya os digo si me orientó, no porque me diera material para leer, ni porque me dijera frases concretas para utilizar con mi alumno, que lo hizo, sino porque me hizo comprender por lo que estaba pasando ese niño y su familia, las posibles emociones que podía estar sintiendo y me ayudó a comprender el papel que me tocaba asumir como maestra. Lo primero que hice fue hablar con él a solas, preguntarle que si me quería contar cómo estaba, hacerle sentir que se le permitía tener cualquier emoción que estuviera sintiendo y acordar con él qué información quería darle a sus compañeros y compañeras y si quería hacerlo él o prefería que lo hiciera yo. Después pasé a leerle los "derechos" que tiene una persona (en este caso un niño) que está de duelo:
Tienes derecho a sentir lo que sientas en cada momento (susto, pena, rabia, miedo, incluso alegría, alivio o nada en absoluto).
Tienes derecho a elegir si quieres expresar cómo te sientes y la manera cómo quieres hacerlo.
Tienes derecho a desconectar de las explicaciones de la profe y a salir de clase cuando lo necesites, incluso sin avisar.
Tienes derecho a no traer hecha la tarea y a hacer el examen cuando tú decidas.
Tienes derecho a celebrar un ritual de despedida en el aula o en el cole.
Tienes derecho a disgustarte por problemas cotidianos.
Tienes derecho a recordar a la persona que ha muerto y hablar de ella (o no), etc...
y todos los derechos que le hagan sentir a la persona, que está en un momento especialmente sensible y que las personas de alrededor lo sabemos y estamos ahí para acompañarle. En realidad, leerle estos derechos a alguien es respetar su momento y hacerle sentir que lo que sienta y lo que haga "está bien".
    En el aula hicimos un ritual de despedida y encendimos una vela en una mesita que dejamos durante tres días en el centro de la clase (el niño decidió cuando se quitaba). Cada niño y niña de la clase, en silencio, actuó según sus creencias (o las que tienen en casa): alguno rezaba, alguna transmitía energía positiva y otros no hacían nada (ahí la maestra debe cuidar mucho lo que dice y debe respetar la diversidad de creencias y religiones, sin influir con sus convicciones personales, aunque, por supuesto, también pueda compartirlas).
     Desde ese momento toda la clase acompañaba a su compañero en su duelo y se podía hablar, en las asambleas o en cualquier momento, de la muerte, de los accidentes, de la enfermedad, etc... o se le preguntaba abiertamente cómo se iba encontrando. Los niños y niñas se sienten muy atraídos hacia el tema de la muerte y necesitan preguntar y aclarar sus dudas en la medida de lo posible. Yo he percibido, en conversaciones con adultos, que sigue siendo un tema del que no se habla (no sé si por miedo a atraerla o porque en realidad no sabemos mucho de ella) pero lo que sí es cierto es, que la única verdad de la que podemos estar totalmente seguros/as, es que nos vamos a morir por el simple hecho de estar vivos/as y creo que es mejor hacer partícipes a los niños y niñas de eso y, si nos toca vivir la muerte de algún familiar de un niño o niña que conozcamos, nos acerquemos y le digamos sin miedo "siento tu pérdida" y "estoy aquí por si puedo hacer algo para que te sientas mejor".
     No llegué a preguntar a mi alumno si deseaba celebrar un ritual con todo el colegio pero hoy sí lo haría. Veo la escuela como un conjunto social donde es importante compartir las experiencias y donde siento que es positivo que todo el grupo conozca la situación por la que puede estar pasando un alumno y su familia, pero depende del deseo de ese niño y esa familia.
   Ojalá consigamos vivir la muerte como vivimos la vida, pero mientras aprendemos, cuidemos a los niños y niñas que tengamos cerca y no les transmitamos nuestros propios miedos, que ya con los suyos tienen suficiente.

 
                                                                       16 de Diciembre de 2012    



   







viernes, 7 de diciembre de 2012

La Violeta, un cuento con final feliz



Es la 13, la hora del cuento en La Violeta. Ya están todos y todas preparadas y ya saben qué adulto lo va a contar porque lo llevan preguntando toda la mañana. Nuria, Celia, Gema, Tino y Álvaro se turnan para contar cada día un cuento (en la hora del cuento, porque el resto de la mañana lo cuentan cada vez que alguien se lo pide). A veces es un cuento tradicional, otras es una narración de una historia cualquiera.
 Algunas veces utilizan muñecos, cuerdas, pañuelos y otros objetos como apoyo visual y, otras es un cuento donde las protagonistas son las palabras y así cada cual se imaginará sus propios personajes. Veo que a los niños y niñas les gusta mucho cuando se utilizan muñecos (y, sobretodo, cuando prestan uno suyo para ser usado en el cuento) y esto ayuda mucho a los más peques ya que les ayuda a entender mejor y mantener la atención, pero reconozco que soy fan de las historias sin imágenes y, por supuesto, de los libros sin ilustraciones. Es bueno también ofrecer imágenes (y cuando son muy peques, las imágenes  y las fotos son lo mejor para "leer" un libro) y es difícil no hacerlo hoy en día con las ilustraciones tan maravillosas que nos ofrecen muchas editoriales, pero hay que intentar que también haya de lo otro cuando ya están preparados/as para seguir una historia solo con escucharla. Todas las imágenes que le demos a un niño/a, le estamos evitando inventarlas y, en esta etapa entre los 3 y 6 años tienen tal derroche de imaginación y creatividad, que es un regalo contarles historias en las que los personajes y paisajes de cada oyente sean distintos (después de esta edad siguen teniéndola pero, en parte depende de lo que hayan recibido anteriormente).
    Cuando yo era pequeña, Disney se encargó de poner imágenes a muchos personajes de los cuentos y es probable que Blanca Nieves fuera la misma para muchos de nosotros/as (misma cara, misma ropa y misma forma de moverse) pero ¿Qué me decís del Ratoncito Pérez o de aquellos personajes que nunca vimos en un dibujo? Cada cual dibujó el suyo. Siempre pregunto a mis alumnos y alumnas qué sienten cuando leen un libro y luego ven la película; la gran mayoría dice que le decepcionó un poco… Cuando leemos algo, influye mucho el lenguaje y las descripciones que el autor o autora realiza de los personajes y ambientes, y esto es algo a tener muy en cuenta al hablar de los cuentos. La mayoría de los cuentos tradicionales originales (no las adaptaciones) tienen descripciones muy ricas de cómo son y cómo actúan los personajes y eso ayuda a crear escenarios en nuestra imaginación llenos de detalles y color.  
     Ya conocemos razones suficientes para entender que contar cuentos es algo bueno, pero esto es solo el principio. El final sería observar (y preguntar) cómo se siente  cualquier persona de cualquier edad cuando escucha un cuento de hadas, una historia mitológica, una fábula, cuando le leen un libro, etc… No conozco a nadie que no le guste. Entre medias de estas razones podemos hablar de cuántas cosas aportan los cuentos a los niños y niñas ya que son un alimento para su imaginación, sus emociones, sus hábitos y su comprensión del mundo y de la vida, su iniciación a la lectoescritura, etc.... Está muy cerca del aporte que les supone el juego y por eso, el juego y el cuento son dos de las cosas fundamentales que debemos ofrecerles a diario (en la escuela y en casa) a todos los niños y niñas de cualquier edad (siempre que nos sea posible, claro). 
    La temática del cuento, al igual que sus elecciones en el juego, va cambiando y va siendo cada vez más compleja (en descripciones, temáticas o longitud de la historia). Es muy importante respetar los gustos y peticiones de los oyentes. Según van creciendo, van cambiando sus intereses y según qué les contemos y la intención e ilusión que pongamos, elegirán una temática u otra.
     Mi buen amigo Jaime Buhigas me introdujo en el mundo de la mitología al contagiarme su pasión por ella mientras me contaba historias durante largas caminatas en el Camino de Santiago. Desde entonces, me apasiona la mitología y siempre que puedo, cuento las historias a mis alumnos y alumnas de 5º y 6º de Primaria. Les encanta, les engancha, les despierta dudas y siempre que acabo, aunque sea la hora de irse a casa, me piden que siga (los mitos enganchan historias de diferentes personajes y se podría seguir y seguir sin parar). Es impresionante el silencio que hay en la clase (y en la Violeta con niños/as mucho más pequeños/as) y, por las caras que les veo poner, parecen estar escuchando con cada poro de su piel.
      Imaginad qué pasa cuando a los alumnos y alumnas les introducimos los contenidos de las asignaturas en forma de cuento o aprovechamos libros que ya existen para hablar de matemáticas o de lengua. No solo lo entienden mucho mejor sino que les interesa y les engancha. Aunque ya sabéis que soy partidaria de huir de las clases organizadas por edades y por asignaturas, soy consciente de que la gran mayoría estamos en una situación de escuela  tradicional y hay que ir buscando herramientas para que nuestros alumnos y alumnas no odien los contenidos y mantengan esa motivación natural siempre viva. Al final de este post os diré algunos de los libros que me han ayudado a contar historias a los/as más mayores.
     Espero que ya estéis absolutamente convencidos y convencidas (si es que aún no lo estabais) de lo bueno que es contar historias y, en especial, de lo necesarias que son en el desarrollo de los/as más pequeños/as. Una vez que se está en este punto, surgen las dudas acerca de qué cuentos narrar ya que hay algunos tradicionales, algo violentos y sangrientos, que dan miedo y muchas madres y padres prefieren no contar, o es el propio niño o niña que no lo quiere escuchar. Parece ser que esas historias tan “crueles” o las que contienen algún momento de “susto” no afectan a los oyentes infantiles como nos afectan a los adultos. A ellos les llega como otro tipo de información. Yo no soy una experta en este campo (aunque he leído varios libros sobre el tema y ahora estoy con el “Psicoanálisis de los cuentos de hadas” de Bruno Bettelheim) así que no voy a dar más explicaciones y pediré a mi amigo y gran cuenta cuentos Juan Grocin (“Juan Malabar”) más información o incluso, si puede, que escriba algo para publicar en “yoviendoescuelas”. Así como os pido a vosotros/as que nos contéis lo que sepáis, o vuestra experiencia como contadores y contadoras de historias.  De momento, os dejo un par de artículos de Gustavo Martín Garzo, un escritor que me encanta y que conoce mucho sobre los cuentos: El secreto de los cuentos y El pájaro de oro.
     Mi experiencia como observadora en La Violeta ha sido muy enriquecedora porque he podido ver cómo los niños y niñas de estas edades escuchan y reaccionan al oír cuentos. Cuando se les cuenta una historia con poco argumento, sin personajes importantes y sin sustos, lo disfrutan como si se les estuviera aplicando un bálsamo; cuando las historias encierran una trama y algún momento inquietante, están activos/as, recibiendo información, poniéndose en el lugar de los personajes y ocurre algo muy especial: es como si cada uno y cada una se quedara con la parte que más necesita escuchar (por su situación personal del momento o por su estado anímico ya que les ayuda a entender sus propios procesos personales) y he visto que, el cuento bien contado conecta de verdad con los procesos emocionales de cada oyente. 
     Un día vi a un cuentacuentos muy bueno contar a un grupo de niños y niñas y ocurrió algo muy interesante; él estaba contando un cuento con piezas de madera y cuando apareció el ogro (pieza de madera muy simple que no asustaba nada) que se quería comer a los chivos, un niño de unos 5 años rompió a llorar desesperadamente y tuvo que abandonar la sala porque no quería seguir ahí y porque no paraba de llorar. Los demás seguían disfrutando y se partían de risa cuando, después de pasar, con unos pocos nervios, el momento de "susto", vieron como el chivo grande corneó al ogro varias veces y acabó cruzando el puente y reuniéndose con sus compañeros. Bien, pues ese niño se asustó porque conectó con su miedo interno, con algo muy dentro de él, y el cuento le dio la oportunidad de sacarlo sin necesidad de hablarlo ni entenderlo. Cuando el cuentacuentos terminó de contar sus magníficos cuentos, fue a buscar al niño, le enseñó de cerca el ogro y le terminó de contar el cuento a él para que viera como los chivos acaban ganando al engañar al ogro. Así pudo cerrar su proceso emocional, confirmando que todo acaba saliendo bien. El cuento no daba miedo pero el niño sí sintió miedo, su propio miedo, al igual que sintió calma cuando todo acabó bien. "No vemos las cosas tal como son, sino tal como somos nosotros" dice el Talmud.

    Existe mucho debate acerca de qué cuentos contar pero no hay ningún debate acerca del aporte tan rico que supone para la infancia contar cuentos e historias. Por eso yo, desde aquí os animo a que no dejéis de hacerlo nunca y que elijáis lo que os haga sentir que es bueno para los niños y niñas que tengáis cerca. Y que os sintáis libres de inventaros cuentos sobre la marcha o se los leáis vosotros/as o los leáis juntos (a veces con dibujos y otras sin ellos). Cualquier momento es bueno y les gusta mucho antes de dormir.

    En mi último día de visita en La Violeta tuve la suerte de contar "El Cuento" y tener a 24 oyentes de entre 2 y 5 años escuchando atentamente mientras yo desplegaba mis habilidades de papiroflexia, utilizando un folio que se transformaba en distintos personajes. Fue un regalo, fue un disfrute. Contar cuentos me gusta, es otra forma de dar amor.

    Desde aquí quiero agradecer al grupo que compone La Violeta por haberme permitido disfrutar de esta experiencia y ver, más de cerca, cómo son los más pequeños/as.

                               Gracias, violeteros y violeteras.




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Algo de bibliografía:
    Cualquier libro que cuente una historia es apropiado para ser leído en el aula pero aquí os dejo algunos relacionados con las asignaturas de Lengua o Mates que yo he utilizado en tercer ciclo de Primaria (leídos directamente o preparándome antes la historia y adaptándolo a su lenguaje).

  • Malba Tahan. El hombre que calculaba. Veron editores.
  • Carlo Frabetti. Alicia en el país de los números.
  • Hans Magnus Enzensberger. El diablo de los números. Ed. Siruela.
  • Carlos García Retuerta. Roger Ax, la divertida historia de la humanidad. Ed. Alfaguara.
  • Jesús Marchamalo. La tienda de palabras. Ed. Siruela.
  • José Calles. Mitos y leyendas populares. Libsa.
  • Gianni Rodari. Gramática de la fantasía. Plaza edición Barcelona.
  • Pierre Grimal. Diccionario de mitología griega y romana. Paidós.
Para los más peques hay bibliografía de sobra, empezando por cuentos clásicos y siguiendo por todos los libros nuevos que se van publicando (con y sin ilustraciones). Si necesitáis orientación, decidlo y yo os hago una lista.  





domingo, 25 de noviembre de 2012

La importancia del juego

    Mis días en La Violeta están siendo un placer, estar rodeada de niños y niñas es algo que siempre me ha sentado muy bien. 
   Hay dos cosas fundamentales (y necesarias) que ofrece La Violeta: el juego y el cuento, actividades tan necesarias para la infancia como comer y dormir.
    Por las mañanas me siento en un rincón y observo cómo, aún medio dormidos y dormidas, van llegando los violeteros y violeteras. Tienen un pie en el mundo de los sueños aún y algunos/as ni saludan (claro que eso del saludo es una práctica cultural que están aprendiendo y no suele ser una necesidad), cuelgan sus abriguitos, colocan sus zapatos y se ponen a jugar con "la casita", con muñecos/as, con piezas para construir escenarios o torres, etc. Tienen muy claro con qué quieren jugar, la mayoría no duda ni un instante ni mira alrededor para elegir, ya saben lo que quieren y juegan y juegan y juegan hasta que su deseo está satisfecho, entonces cambian de actividad y... ¡se ponen a jugar, claro! Esta vez con pinturas, letras, muñecos, "la casita" o en la sala de "saltos". Es una absoluta preciosidad y creo que todos y todas deberíamos pararnos con más frecuencia a observarlo.
   Viendo esto, siento que el juego es como un puente que les conecta con la realidad y que les ayuda a entenderla. Todos y todas tienen (y tenemos) un chorro de energía "jugadora" que les sale sin querer, es su instrumento de conocimiento del mundo y de sí mismos/as y es imparable. Por eso juegan los niños y niñas, porque es una absoluta necesidad, como respirar o como dormir, y esto lo digo de verdad pero, en realidad y desgraciadamente, esta energía no es imparable, es parable a través de la fuerza, de la imposición cuando no se lo permitimos o cuando lo vemos como algo malo, como una pérdida de tiempo y se escuchan expresiones como "esto no puede ser ¡se pasa el día entero jugando!" o "esta niña solo quiere jugar". Con estas actitudes colocamos a los niños y niñas en un lugar injusto y sólo por hacer algo que les sale de dentro (y que además les ayuda muchísimo), ellos/as no eligen jugar para evitar hacer otras cosas o para fastidiar... Deja a un niño/a jugar y hará mejor el resto de las cosasSabemos que si les tapamos la nariz, dejarán de respirar y pueden incluso morir (es obvio y los médicos nos informan de las consecuencias que existen si a un niño/a se le impide respirar durante un rato) pero no es tan sabido (ni nos informan los médicos de ello) que existan consecuencias cuando no se les deja jugar libremente (y digo libremente porque eso es lo importante, que cada cual elija a qué y cómo jugar) porque no son consecuencias visibles ni medibles; lo que sí es visible es que cuando un niño o niña no juega, se oyen comentarios como "a este niño le pasa algo" y se le toca la frente para ver si tiene fiebre. 

    El juego permite a los niños y niñas conocer el mundo, expresar sus emociones a través de experiencias que tienen "otros" (los personajes de sus historias), relacionarse con los demás, desarrollar habilidades psicomotrices, aprender a hacer las cosas (imitan lo que ven en casa), desarrollar la creatividad en todo lo que hacen: al imaginar que un trozo de madera es un barco o un zapato y que un simple pañuelo es todo un océano, al crear los personajes y narrar los hechos que van ocurriendo, al fabricar elementos necesarios con plastilina, papel, barro, lana, etc. El juego les permite desahogarse cuando no se sienten bien, ayuda a entender y resolver conflictos así como a elaborar o conocer las reglas de juego y respetarlas, les ayuda a ponerse en el lugar de otros al disfrazarse e imaginar cómo actuar,  etc... El juego es ... es simplemente maravilloso y bueno, muy bueno.

   Peter Gray escribe en su blog un artículo que podéis leer aquí, titulado  Tanto trabajar y no jugar convierte a los Baining en la "Cultura más aburrida de la tierra". Los Baining viven en Papua Nueva Guinea. Se conoce con este nombre a un pueblo que se ha ganado la fama de ser tan aburrido que incluso varios antropólogos, después de iniciar un trabajo de investigación, han abandonado por no encontrar nada interesante en él. "Una cultura gris, sin colores, donde jugar es vergonzoso". Sus conversaciones no son frecuentes ni los temas de los que hablan, interesantes.
    Peter Gray opina que existe una relación importante entre esa falta de interés que despierta este pueblo y lo poco que han jugado sus habitantes. El juego, la exploración e investigación y otros comportamientos espontáneos de los niños/as están prohibidos y castigados porque consideran que lo natural no es bueno y que para llegar al máximo desarrollo humano hay que hacer cosas alejadas de dicha naturalidad. Los Baining creen, con razón, que el juego es una actividad natural de los niños, y precisamente es por esa razón por la que hacen lo que pueden para evitar que se dé.
  
      Yo no sé si todo lo aburridos que parecen ser estos habitantes de Oceanía es debido a su falta de juego pero sí siento que el juego está muy ligado al disfrute de las cosas, a la alegría y que los niños y niñas que juegan son felices y que la gente que juega es más feliz.
    Me pregunto si es necesario parar esa actividad lúdica tan beneficiosa, cuando los "peques" pasan a Primaria (dónde se limita el juego a media hora de recreo), en lugar de poder seguir jugando y jugando libremente durante el horario escolar... Yo estoy convencida de que si dejamos a los alumnos y alumnas jugar, van a ir eligiendo sus juegos en función de lo que la vida les ofrezca y de los misterios y retos que les presente y ¿Acaso no creéis que elegirán jugar con letras y números que les hará adquirir la lectoescritura y las matemáticas? ¿Acaso no creéis que querrán construir, cortar y taladrar y que aprenderán las medidas y el uso y manejo de herramientas? ¿Acaso no tendrán conflictos que resolver y podrán ponerse en el lugar de otros y establecer normas y buscar soluciones? ¿Acaso no es ofrecerles un sin fin de posibilidades que enriquezcan sus vidas sin que haya detrás una obsoleta organización adulta que obliga a todos los niños y niñas de la misma edad a aprender lo mismo y de la misma manera? ¿Acaso no os suena genial?
     ¿Y si pudiéramos seguir aprendiendo así el resto de nuestra vida? ¿Y si jugar no fuera "cosa de niños" sino "cosa de todos y todas"?

     Al menos, mientras encontramos la manera, no les quitemos ese alimento tan necesario a los más pequeños y tratemos de ofrecerles espacios y momentos para que jueguen y jueguen y jueguen.


    

sábado, 10 de noviembre de 2012

"Yoviendo" en España

   Una persona que desea aprender e investigar sobre la educación, busca cerca de su casa; lo de encontrar escuelas interesantes en el extranjero es una excusa estupenda para viajar, conocer países y aprender  idiomas, pero lo próximo se acerca más a nuestra realidad, a nuestra cultura. Por eso yo he buscado iniciativas nacionales a las que visitar. Entre las escuelas o espacios con los que ya he contactado, vía mail, teléfono o haciendo una visita, están Ojo de Agua en Alicante, Tximeleta en Pamplona, El Roure en Barcelona, Andolina en Gijón y La Violeta o Alavida en Madrid. Todas ellas contemplan la educación y la infancia de una manera diferente a la que estamos acostumbradas muchas personas, y han desarrollado un proyecto especial, cada cual adaptándolo a sus necesidades y/o a las exigencias legales (no todas están homologadas ni admitidas por la inspección). Cada vez son más los espacios dedicados a que la infancia reciba el respeto que merece, cada vez somos más los y las que estamos convencidas de que se necesita un cambio, pero la inquietud que sentimos y que sale en las conversaciones es, si montas algo diferente, tan diferente que es difícil recibir ayudas económicas, se necesita mucho dinero y luego hay que cobrar, pagar facturas y atender a un montón de gastos que en mayor o en menor medida, son necesarios. A la vez, el deseo de muchas personas que estamos en este punto, es el de ofrecer algo bueno, de calidad, a lo que puedan acceder todas las personas, independientemente de sus posibilidades económicas. Creo que, a día de hoy, no hay una solución fácil pero tal vez consigamos juntar ambas propuestas y se pueda ofrecer un espacio educativo potente y gratuito. En realidad, pedir deseos es tener claro lo que uno desea y, cuando se sabe lo que uno o una quiere y prioriza, entonces ocurren cosas que facilitan que el deseo se haga realidad. 
    Estos días tengo la enorme suerte de estar conociendo La Violeta , un espacio en Galapagar (Madrid) para el juego y la comunicación, que acoge a niños y niñas desde que pueden caminar hasta los 5 años (ó 6, depende). Es un espacio preparado para que los niños y niñas jueguen, se relacionen, escuchen cuentos, bailen, tomen un desayuno saludable y se desarrollen de una forma sana, respetando sus ritmos y sin presión externa. Es un espacio de libertad, donde el adulto está para garantizar la seguridad y facilitar a los "peques" los materiales con los que quieran jugar, porque eso es lo que se hace allí, jugar. Entre esos materiales hay algunos manipulativos que acercan las letras o los números (mezclando lo cognitivo y lo manipulativo), otros de movimiento y otros artísticos. Hay varios momentos diarios en los que participan todos/as: el desayuno, el tiempo de salir al jardín y el cuento que alguien cuenta justo antes de que acabe la jornada a las 13.30, además de otras actividades puntuales como celebración de cumpleaños, salidas y otras fiestas.
      Para entender qué tiene de especial un lugar como La Violeta hay que conocerlo o hay que conocer a familias que llevan, o han llevado, a su hijo o hija allí, para sentir qué efecto tiene el respeto a los ritmos y necesidades de los niños y niñas. Yo creo que es algo que podemos reconocer incluso años más tarde porque es una huella que queda para siempre. Los niños y niñas lo viven todo jugando, lo aprenden todo jugando y se relacionan jugando y aquellos/as a los que se les ha dejado jugar todo lo que han querido y a lo que han elegido, son diferentes, son más sanos (lo siento, pero me permito hacer esta afirmación, sin dudar y sin ofrecer pruebas que lo demuestren científicamente porque soy plenamente consciente de los indudables beneficios del juego). Ya sabemos que los primeros años son los más importantes para la vida de cualquier persona, por lo tanto, si se escucha al niño/a, se le cuida, se le toma en serio, se le trata con cariño y se le permite jugar moverse en libertad,  atendiendo a sus necesidades y sin forzar sus procesos de desarrollo, entonces crecerá mejor y será más feliz. 
     La verdad es que, en estos días de observación en La Violeta, disfruto de ver cómo se relacionan los niños y niñas, qué juegos eligen, cómo resuelven determinadas situaciones y conflictos entre ellos/as, y no busco pruebas evaluables ni medibles de qué están aprendiendo pero, para aquellos y aquellas que leáis esto y os sintáis escépticos, me gustaría deciros que es una preciosidad disfrutar del acercamiento voluntario que hacen a la lectoescritura o a las matemáticas, viviéndolo como un juego más. Es un deseo muy fuerte el que les lleva a querer aprender las letras o los números para poder acceder, ellos/as solos/as, a ese sistema tan abstracto sin necesitar al adulto, pero al que no se le ha despertado dicho deseo, las letras y los números ¡le importan un pimiento! y si tuviera que aprenderlos a la fuerza (como suele hacerse en muchas ocasiones) ¿podéis imaginar lo que ocurriría entonces? ¿Habéis hecho algo por obligación alguna vez? ¿Habéis comido por obligación algo que no os gusta? ¿Y qué ha ocurrido? ¿No lo habéis odiado el resto de vuestra vida o habéis creado una fobia? Siempre se oye eso de "odio las judías (¡pobres judías!) porque de pequeña me obligaron y..." y también se oye "no me gusta mucho leer porque de pequeña me obligaron y me hacían leer en alto y me equivocaba o iba muy despacio y confundía las letras y..." ¿Entendéis qué fácil es generar fobias, manías o incluso dislexias? Los niños y niñas que pueden disfrutar de esta libertad para jugar, porque estén en un espacio así o porque su maestra o maestro sepa qué necesitan, son niños y niñas afortunadas pero, una vez más, creo que todos los niños y niñas tienen derecho a ser respetados de esta manera, con independencia de la escuela o los maestros y maestras con los que le toque estar.
    Permitid a vuestros hijos, hijas, alumnos y alumnas que elijan su momento para aprender, ofrecedles espacios y momentos que les acerquen los "saberes" (si teméis que ellos y ellas no lo descubran solos/as) y defended su sano desarrollo sin culpar a la escuela o al sistema, porque todos y todas somos responsables y está en nuestra mano hacerlo lo mejor que podamos.

     Los árboles no crecen por tirarles de las hojas ni los niños y niñas crecerán antes por forzarles.


    Quiero aprovechar para invitaros a que veáis el reportaje que ha compartido Bernardo Mateu en este blog (y que ya he colgado en mi sección "Vídeos para empaparte") que habla sobre el trastorno de hiperactividad (TDAH):  ¿Niños hiperactivos o niños del cambio?  
     Por favor, escuchad lo que tan inteligentemente dice Juan Pundik y mostrádlo a todas las personas que convivan con niños y niñas. Así estaremos contribuyendo a mejorar su vida (la de los niños y niñas).
Gracias, Bernardo.

miércoles, 31 de octubre de 2012

La Educación Expandida

     Estar de excedencia no sirve solo para viajar y conocer escuelas, también me permite tener tiempo para hacer cosas y acudir a actividades que normalmente no puedes hacer porque suelen ser en horario lectivo. Ayer pude disfrutar de un encuentro muy interesante que organizó la Fundación Telefónica en Madrid bajo el título "Educación Expandida". Todo un día de presentación de trabajos muy interesantes y debates sobre la educación actual, la del futuro y los cambios que creemos necesarios para lograr una educación ideal para todas las personas.
     La mañana comenzó con la presentación de una película documental titulada "La escuela expandida" que realizó el colectivo Zemos98 junto con BCC (Banco Común de Conocimientos) en un instituto de Sevilla en el año 2009. La película muestra la experiencia llevada a cabo a lo largo de una semana en dicho instituto, en donde se creó un Banco Común de Conocimientos entre estudiantes, docentes y vecinos y vecinas del barrio. Esto consistía en que cada cual ofrecía saberes y conocimientos que podía transmitir a los demás (y los escribía en post-it de color verde) y aprendizajes que deseaba adquirir (en post it de color rosa). Así, durante esa semana, los estudiantes, ayudados por los del BCC y apoyados por el director y algunos docentes, se encargaron de poner en marcha la organización de todos los saberes y poner en relación a las partes interesadas en los diferentes temas (el baile, informática, mecánica, idiomas, deportes, etc...) 
    Lo mejor es que dediquéis una hora a disfrutar de esta experiencia que podéis ver pinchando aquí y después entenderéis el por qué de mis reflexiones y si os animáis, podéis dejar  comentarios con vuestras reflexiones.
    Después de la película, el director del instituto y una ex-alumna que estaba cuando se realizó la experiencia, hablaron sobre cómo fue aquello, contestaron a nuestras preguntas e intercambiamos reflexiones acerca de educación y de lo que el vídeo nos había transmitido. Si os interesa ver y escuchar el debate, podéis verlo entero pinchando aquí. Se habló del cambio que supuso para ese Centro esa experiencia tan novedosa pero que se perdió al año siguiente en el que cambió la dirección y solo quedó el sabor y el buen recuerdo. Se habló de diferentes iniciativas que se están realizando en otros espacios y se escucharon propuestas como las pedagogías invisibles, el método placenta, aprendizaje-servicio, educared, edublogs, coursera, etc.. como espacios o grupos que buscan alternativas a la educación actual (llamada por algunas personas educación tóxica).
   Yo quiero compartir ahora mis reflexiones después de ver la película. La experiencia que realizaron en el instituto fue impresionante pero no podemos limitarnos a coger recetas y aplicarlas en un espacio en un momento dado, porque luego desaparecen y sólo benefician a los que pueden disfrutarla (que no está mal pero no cambia nada, o cambia muy poco). Lo importante es quedarse con los mensajes que deja dicha experiencia. El primero para mí sería confirmar que es necesario un cambio radical en el sistema educativo, no vale con aplicar pequeños cambios en el aula, que dependen únicamente del profe que esté dispuesto a realizarlos. No creo que sirva de mucho crear un BCC, a parte de las clases obligatorias , porque no se trata de saturar al personal, se trata de buscar la mejor forma de educar, la que tenga a las personas contentas y motivadas.       
    Por otro lado, creo que esto es solo un ejemplo y no tenemos que llegar a la conclusión de que es lo único que se debe hacer en un centro educativo para mejorarlo sino que es una muestra de cómo podría ser la educación o por dónde debería ir. Vemos que cuando se hace a las personas responsables de algo, cambia la actitud y cuando son responsables de su propio aprendizaje y éste responde a sus deseos y necesidades (cómo apuntan en los post it), se sienten bien, respetadas, escuchadas y disfrutan de lo que aprenden en lugar de estar pasando el tiempo muertas de aburrimiento. Creo que la buena educación no debe depender de que te "toque" el buen profesor o profesora, el docente motivado que ha encontrado sus propias herramientas para transmitir su pasión por las cosas y así contagiar ese deseo por aprender, creo que la buena educación debería ser garante de que todos los estudiantes tengan las mismas oportunidades estén donde estén.
   La ex-alumna que participó en el coloquio comentó que toda la experiencia fue positiva, incluso la "negociación" con algunos docentes que no querían ceder sus horas para realizar el proyecto. Dijo que fue precioso ver como cada persona encontró algo que aportar y enseñar a los demás y como eso les hizo tener más seguridad y que disfrutó mucho compartiendo momentos con compañeros y compañeras de otros cursos, que nunca había conocido. Se ve claramente que fue una experiencia bonita y positiva para mucha gente y que encendió una "chispa" (como dijo esta ex-alumna) que dio esperanza y una nota de color en ese barrio sevillano.


    La tarde continuó presentando nuevos proyectos y  planteando diferentes cuestiones para opinar y debatir. Esta vez se presentó el libro "Educación Expandida" realizado por el colectivo Zemos98. Es el resultado de estudios e investigaciones, realizados por diferentes personas, sobre educación y sobre cómo la educación ocurre en cualquier momento y en cualquier lugar. Igual que los autores de "Aprendizaje invisible" (que os presenté en otra entrada de este blog), los responsables de "La educación expandida" quieren expandir su publicación y facilitar que mucha gente conozca su trabajo, así que podéis descargarlo pinchando aquí
      Entre las preguntas propuestas y lanzadas por el moderador a los autores y al público, me quedo con la de ¿cómo serían las personas que resultarían de un nuevo tipo de educación? En realidad, creo que coincidiría con la respuesta si preguntamos ¿para qué educamos? o ¿Qué queremos conseguir con la educación? Pregunta que también estuvo todo el día presente y que yo animo a todo el mundo a reflexionar sobre ella. Y que, por supuesto, me hace pensar en el trabajo de las escuelas tipo Sudbury Valley que apuestan por hacer a los estudiantes responsables de sus aprendizajes y que ofrecen al mundo personas seguras de sí mismas, con capacidad para elegir, decidir y para relacionarse con diferentes personas en diferentes situaciones y lugares (también hablé en otra entrada del blog de las cualidades de los estudiantes que salen de una escuela de estas).

  El día terminó con una propuesta fascinante, también del colectivo Zemos98, a la que han llamado "Código Fuente Audiovisual" que consiste en hacer una presentación en la que alguien (un o una ponente) se plantea determinadas preguntas (en este caso, relacionadas con la educación) y ofrece posibles respuestas a cada pregunta a través de diferentes soportes audiovisuales (vídeos, trozos de películas o documentales, entrevistas y material de archivo). Esa es su manera de dar otro tipo de conferencia, no es ella la experta que da soluciones y respuestas sino que ofrece vídeos (que tampoco dan una respuesta cerrada) que te llegan y que provocan que tú encuentres esa respuesta...o no. Es muy sorprendente como van apareciendo nuevas formas de comunicación y es necesario que contemos con ellas en este planteamiento hacia una nueva educación.

    Pues así transcurrió mi 30 de Noviembre, un día lluvioso, ideal para disfrutar de cada minuto en este encuentro sobre educación y es que, si algo estoy aprendiendo desde que empecé este proyecto personal, es a disfrutar de cada momento, a estar presente en cada cosa que hago, cada actividad que realizo y cada conversación que tengo y me pregunto ¿por qué nos cuesta tanto hacerlo normalmente? ¿será porque el estrés y las prisas nos hacen estar fuera de nosotros, pensando en lo que debemos hacer después y en lo que deberíamos haber hecho, en lugar de estar presentes en cada acto?  No sé, cada cual tendrá su respuesta pero yo voy a quedarme con este aprendizaje y voy a procurar mantener esta actitud en todas las situaciones de mi vida. Seguro que así, la vida se vive mejor.

domingo, 21 de octubre de 2012

¿Qué pasa cuándo decimos "muy bien"?


Libro de Arno Stern
      Hace unos años tuve la suerte de realizar un curso de "Educación Creadora" con José Miguel Castro sobre el desarrollo de la capacidad creadora en espacios libres de modelos, comparaciones o juicios. Él parte de los estudios e investigaciones realizadas por Arno Stern para demostrar que todas las personas tenemos una capacidad creadora (en todos los sentidos y ámbitos) de la que disfrutaremos siempre que no sea inhibida. El trabajo hecho por Stern es maravilloso y os animo a que echéis un vistazo aquí o leáis su libro (1)  pero no voy a entrar en ello yo ahora porque quiero hablaros de aquel fin de semana en el que José Miguel provocó en muchos de los asistentes dudas, contradicciones y cuestiones que tuvimos que discutir, entender, reposar y colocar en nuestra relación con la educación. ¿Por qué hablar de esto ahora? Porque en realidad ese curso fue el comienzo de lo que estoy experimentando ahora y de lo que he visto en el sistema de Sudbury Valley. 
     Josemi nos habló del taller de pintura que abrió en Bilbao inspirado por el trabajo de Arno Stern. Las sesiones de pintura reciben a participantes de todas las edades, se pinta de pie, con el papel en la pared y una paleta de colores en el centro de la sala, que todos comparten. Cada cual coge el pincel del color que desee y pinta sobre su lienzo, juega sobre el papel sin importar la técnica ni cómo sea realmente el resultado porque lo que importa es el disfrute. El acompañante, en este caso él, tiene una relación de asistencia con los participantes, no hace de maestro, no dirige ni da ideas de qué o cómo pintar, no enseña técnicas de dibujo ni opina sobre los dibujos. Está ahí para prestar servicio y ayudar en lo que cada uno y cada una necesite: añadir otro lienzo para agrandar el espacio donde se pinta, limpiar una gota de pintura, colocar un escalón para llegar más alto, crear un ambiente cómodo, etc. Jamás emiten un juicio, ni positivo ni negativo, acerca de las producciones de los asistentes porque no van para aprender a pintar sino para jugar y disfrutar.
      A todo esto que ya presenta un lugar bastante especial hay que añadir dos datos importantísimos: durante las sesiones se puede hablar pero nunca de lo que alguien está pintando. Y lo que más choca (de primeras) es que las producciones, las pinturas, nunca salen del taller, son guardadas y nunca serán vistas por nadie fuera del taller para preservarlas de juicios, comentarios y opiniones (sobretodo para que nadie diga "está muy bien" o "es precioso")
    
      Y es que una de las cosas que aprendí es que hace el mismo daño decir sobre cualquier producción que "está muy bien" que decir "que no lo está" porque el juicio influye sobre los demás y coarta la espontaneidad ya que al final (y al principio) acabas pintando para los demás y no dejas que salga tu capacidad creadora porque ésta es inhibida. Es cierto que hay casos en los que esa capacidad es tan incontrolable que sale a pesar de todo y otros casos que han tenido la suerte de rodearse de personas con tanto sentido común que no han hecho los comentarios típicos inhibidores, los comentarios desde el juicio ("Hala, qué bonito" ,"¡Muy bien!", etc..), pero lo que hemos aprendido casi todos y todas es que el refuerzo positivo es siempre imprescindible y que la materialización de dicho refuerzo es el famoso, tantas veces dicho por los adultos y tan deseado (y ya necesitado) por los niños y niñas, "MUY BIEN". Y esto solemos decirlo en muchos otros ámbitos que no tienen que ver con el arte porque normalmente a cada cosa que un niño o niña hace bien o a cada respuesta correcta que da sobre algo, suele haber un adulto o adulta detrás diciendo "muy bien" (y a veces suele estar también aplaudiendo). Pues resulta que NO, que decir eso no refuerza nada y además que no se necesita ese refuerzo (aunque me he encontrado casos en los que cierto refuerzo es necesario para ayudar a alguien a recuperar algo de la poca autoestima que le han dejado). Cuando uno dice "muy bien" al observar una producción artística, está emitiendo un juicio en función de cuál sea su gusto y está influyendo en el artista. Y si dice que no está bien porque no le gusta lo que ha dibujado, también influirá en el artista. Cuando decimos a un niño o niña que algo que ha hecho o dicho está muy bien o es muy bonito, a partir de ese momento, dejará de ser auténtico/a, dejará de ser artista y actuará y pintará para nosotros, no para él o ella; es como si sacrificara su propio disfrute para agradarnos y eso es algo muy serio ¿no? (esto no es nada evidente, claro, si fuera, no lo haríamos pero siempre hay que analizar el mensaje que reciben).
   
     Este taller de pintura es sólo un ejemplo de los talleres que ofrecen desde Educación Creadora. Basándose en los mismos principios, realizan uno de arcilla y otro de danza, siempre sin juicio, haciendo de la actividad un juego.
    Todo esto iba acompañado aquel viernes en que empezamos el curso, de teorías, explicaciones detalladas, fotos y mil preguntas que le hacíamos pero nos quedamos con un par de ideas con las que no estábamos demasiado convencidas.... 
         -  Los dibujos de los niños y niñas no deben exponerse (ni en casa en la nevera, ni en el cole) y olvidad el "muy bien".
         - Pero ¿qué le digo a mi hija cuándo me enseñe ahora un dibujo? y ¿qué hago con los que ya tengo puestos en la nevera?
         - Yo no tengo frases concretas - dijo Josemi - Cuando lo entiendas y te lo creas, sabrás qué decir...

     Al día siguiente nos reímos un montón comentando el shock que había supuesto la charla del día anterior y contando las experiencias en casa:
      - Esta mañana ha venido mi hija de 4 años a enseñarme un dibujo y no he sabido qué decir...  Así que después de mirar al dibujo sin decir nada durante un rato, solo me ha salido decir...¡fíjate!  (otras habían dicho "anda" o asentido simplemente sin saber qué decir).
Josemi en su taller

    Entendí bastante rápido que cuando cuelgas un dibujo ya estás emitiendo un juicio al elegir ése y no todos los demás y también está expuesto a que cualquiera que lo vea lo comente y opine. Esto no es una cuestión de reglas de cómo actuar con la infancia, se trata de entender el por qué hacemos las cosas y qué consecuencias puede tener lo que hacemos pero, mientras se va entendiendo, tal vez se pueden ir descolgando los dibujos para guardarlos en una carpeta y cambiando el "muy bien" por otros comentarios sin juicio o por el silencio. 

  ¿Os habéis preguntado alguna vez por qué vuestros hijos, hijas, alumnos o alumnas os muestran los dibujos? ¿Os habéis parado a pensar alguna vez qué esperan de nosotros cuándo lo hacen? ¿Os habéis parado a pensar cómo es decirle a un niño o niña pequeña que hace un dibujo en el que no se entiende nada, que es muy bonito? ¿Os habéis observado alguna vez desde fuera cuando aplaudís y hacéis gestos exagerados para celebrar lo bonito que es un dibujo o un castillo de arena en la playa o cualquier otra cosa que hace un niño o niña? ¿No creéis que el simple hecho de hacerlo ya es un éxito en sí mismo para el que lo hace y que no necesita ni aplausos, ni palmadita en la espalda, ni celebrarlo? y ¿no pensáis que en el fondo es lo mismo que cuando aprenden a andar, cuando pueden saltar desde una valla muy alta, cuando saben comer solos, cuando aprenden a montar en bici o cuando ya pueden leer? Las consecuencias naturales son tan obvias y tan positivas para quien lo realiza que no necesitan refuerzo externo y sin embargo les decimos "muy bien" hasta cuando bajan un pequeño escalón. (No quiero aleccionar a nadie ni decir cómo hay que actuar, solo quiero compartir las preguntas e inquietudes que a mí se me han ido despertando. Puede que estéis de acuerdo conmigo y puede que no y ahí empieza lo interesante: el debate)
    Creo que son temas a los que hay que prestar mucha atención porque pensamos que realmente los niños y niñas necesitan escuchar eso de los adultos, creemos que necesitan ese refuerzo constante tal vez porque a nosotros nos gusta que otras personas lo hagan y nos aplaudan cuando hacemos algo bien; y el caso es que algunas lo necesitamos porque nos hemos hecho esclavos y esclavas del juicio ya que nos han juzgado a cada paso que hemos dado, han opinado sobre cualquier cosa que hemos hecho y nos han dicho en todo momento lo que teníamos que hacer. Pero si dejamos que cada cual desde el principio encuentre su camino y no reciba demasiados juicios, potenciará su capacidad creadora y se sentirá mejor. 

    Peter y Christel Hartkamp, poco antes de decidirse a montar la escuela, veían que su hija  realizaba unos dibujos que les parecían muy bonitos pero cuando se lo decían a la niña, ésta se ponía a llorar porque no era lo que realmente quería pintar. Ella tenía muy claro qué quería hacer y, al no conseguirlo se frustraba pero ante la reacción de su familia con el "es muy bonito" sentía que no se la tomaba en serio, no estaba siendo escuchada. Y es que, pensando en esto, yo siento que cuando ocurre algo así, el artista, la niña deja de ser la protagonista para pasar a serlo el adulto, que opina y juzga; se crea entonces una relación de poder que puede afectar durante mucho tiempo en muchos ámbitos porque el niño o niña buscará siempre la mirada del adulto que le indique que lo está haciendo "muy bien" y así seguir el camino que el adulto considere correcto. Suerte que esta madre y este padre supieron leer entre líneas en el llanto de su hija y pasaron a preguntarle cómo se sentía, qué le parecía a ella su propia obra y si podían hacer algo para ayudarla. 

    José Miguel nos habló de otras muchas cosas interesantes que me han servido mucho como maestra y como persona. Podéis consultar sus cursos aquí. Entre esas cosas estaba la confirmación de que los asistentes al taller, cuando no reciben juicios ni directrices, descubren la técnica para encontrar un determinado color mezclando otros, realizar perspectiva en la pintura o pintar retratos. Una vez más, esa no es la finalidad pero ocurre (como el aprendizaje en las escuelas Sudbury Valley).

Taller en 5º de Primaria
     Es curioso como una puede aprender tanto sobre algo solo porque alguien ha sabido hacérselo entender ¡Gracias Josemi! El caso es que acabó calando tanto en mí que al lunes siguiente les expliqué a mis alumnas y alumnos lo que había aprendido y les informé de que se acababa el "muy bien" y de que haríamos ese taller en clase (adaptado a nuestros recursos, claro, usando rotuladores en lugar de pinceles y sobre la mesa en lugar de la pared). 
   Lo entendieron muy bien pero costó varias sesiones que se creyeran que podían pintar lo que quisieran, que yo no iba a decir nada y que no hacía de profe sino que garantizaba que estuvieran a gusto. Realizar el taller y entablar una relación de servicio y asistencia mientras pintaban ha sido una de las experiencias más interesantes y bonitas que he hecho en el aula.

       Después me puse en contacto con Karmele Torrontegi, una maestra que había puesto en práctica el taller de pintura y además había organizado su aula de una escuela pública para  que todo el trabajo estuviera basado en los mismos principios: no juicio, hacen lo que quieren, juegan y aprenden, y ella está ahí para servirles. ¡Es tan bonito el trabajo que hizo Karmele! ¡Gracias por compartirlo! 
      Karmele pudo observar cómo, sin obligarles, sus alumnos y alumnas aprendieron todo lo que el curriculum exigía y mucho más (incluyendo la adquisición de la lectoescritura y las matemáticas), disfrutando y sintiendo que todo era como jugar.

      Con José Miguel, entre otras cosas, entendí la importancia de no juzgar las producciones artísticas de los niños y niñas, con Karmele comprobé que es posible aplicar el no juicio en el aula y años después, con mi visita a De Kampanje, he visto que es posible crear ese espacio sin juicio en todo el centro escolar y he entendido por qué los estudiantes ahí se sienten tan bien. Es verdad que en ese juicio de decir a un niño o niña que ha hecho algo "muy bien" no hay mala intención, de hecho suele salirnos con mucho amor pero yo os animo a que os dejéis invadir por esta cuestión y penséis en ello unos días e imaginéis lo que se puede potenciar cuando no les decimos "muy bien" porque entonces, se hacen observadores de ellas y ellos mismos, responsables de sus éxitos y de sus fracasos y actúan y viven para sí, no para nosotros, dejando salir su capacidad creadora (no sólo en lo artístico) en todo lo que hacen. 

      El reto ahora es extenderlo a todo lo que me rodea, respetando a cada cual tal y como es, sin hacer juicios ni decir "muy bien" (lo cual es dificilísimo porque lo hago en muchas conversaciones) y buscando otras formas de expresión sin juicio pues, como dice el proverbio árabe, "si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo digas".
                         
                                     Pues a por ello, que seguro que lo hago ¡¡¡MUY BIEN!!!!




    

(1) Arno Stern (2008). Del dibujo infantil a la semiología de la expresión. Ed. Carena Editors

   
   

miércoles, 17 de octubre de 2012

¿Están realmente preparad@s para la vida real?

    
    Pero... ¿Están preparadas y preparados para la vida real? Esta es otra de las preguntas que se oye siempre que se habla de educación alternativa y es la pregunta que me hacen algunas personas cuando hablo de la escuela libre en donde cada cual es responsable de sus aprendizajes. Y a mí me sale del alma decir "¡pues claro!" sin recordar que hay que dar explicaciones y pruebas que demuestren que lo están. 
    Antes de dar las explicaciones a mí me vienen otras preguntas: ¿Cuál es la vida real? ¿Qué significa estar preparado/a? ¿Cómo se mide si alguien está preparado? Se supone que tú fuiste a una escuela ordinaria (me da igual la edad que tengas porque si tienes entre 20 y 80 años has recibido prácticamente la misma educación) y, cuando dejaste de estudiar, ¿te sentías preparado o preparada para la vida real? ¿Y para la vida laboral? ¿Y para la vida emocional? ¿O has ido aprendiendo sobre cada una de esas cosas según lo has ido necesitando? Hay casos en los que, por supuesto, lo que se aprende en la universidad es totalmente necesario para un trabajo concreto pero en cuanto a la educación que se recibe en el colegio e instituto, no creo que prepare en absoluto para la vida real, entendiendo por vida real todo lo que ocurre fuera del colegio, cómo se relaciona la gente, cómo se hacen las cosas y como se aprende día a día con todo (no con la impresionante cantidad de deberes que tienen que hacer en casa después de las horas de cole, sino con todo lo demás). 
    De hecho, la escuela se aleja mucho de la vida real, se parece más a un tipo de entrenamiento en conocimientos y obediencia donde rara vez caben las emociones o la creatividad (pero la real, la que contempla ideas originales en cualquier ámbito, no solo creatividad artística sobre un papel) y donde parece que se adormece a los alumnos y alumnas para que traguen lo que los docentes les damos a la fuerza sin quejarse y sin posibilidad de cuestionar los por qués de los contenidos y las formas. Y donde el que no acepta o se resiste a ser adormecido es medicado por una hiperactividad o défitit de atención que se confunde con el mensaje real que transmite un niño o niña que lo que quiere decir es "no quiero esto, no lo entiendo, no me sirve, no me ayuda, me hace mal", pero no somos capaces de entenderlo porque tenemos la atención puesta en otro lugar. Y encima les hacemos a ellos y ellas sentirse responsables de su inseguridad, de su inquietud, de su nerviosismo, etc.. y llevan la etiqueta colgada, la marca del "mal-trato" y la pastilla diaria hasta que aprendan a ser de la forma que queremos que sean. Siento ser un poco dura al expresar esto pero es así como lo siento y sufro mucho por todos los que están en esa situación en la que han asumido que tienen un problema cuando son personas llenas de vitalidad y alegría que se ven forzadas a dejar de ser como son. 
     La escuela tradicional, la actual no te prepara para la vida real ni te acompaña en tu vida real, todo lo contrario, ¡es un estorbo! No permite hacer lo que realmente se desea, no te permite desarrollarte como persona, los contenidos se enseñan por separado y en la vida no se aprende así, la escuela no te ayuda ni te permite aprender porque, me vais a perdonar pero tragar y tragar y memorizar no es aprender, por lo tanto ¿por qué esa pregunta sobre estar preparado o preparada? Una vez más está ahí el miedo a cambiar las cosas que llevan funcionando años y años de la misma manera y está el miedo a cuestionarse.   
    ¿Alguien podría decir cómo habría que preparar a alguien para la vida real? De verdad, os invito a opinar sobre esto, a decir qué habríamos necesitado en nuestra formación para sentirnos preparados y preparadas, a que preguntéis a los niños y niñas qué necesitan para enfrentarse a un futuro que desconocemos. Estamos educando a la gente del futuro pero no sabemos cómo será ese futuro. ¿Para qué situaciones hay prepararles? ¿Qué enseñarles? ¿qué herramientas necesitan? ¿O es mejor permitirles desarrollarse lo mejor que puedan para que aprendan a elegir esas herramientas y para que sientan la confianza necesaria para resolver determinadas situaciones? Necesitan seguridad y confianza para ir adaptándose al futuro, y eso no se consigue memorizando contenidos que alguien te dicta desde una pizarra mientras tú copias en un cuaderno desde tu silla. Y....¿Tendrán que adaptarse al futuro, o serán ellos y ellas los que lo construyan? ¿el huevo o la gallina?...Y, si van a ir construyendo un futuro nuevo, ¿acaso queremos que sea igual que el que estamos viviendo nosotros a día de hoy? Pues ¿Qué hacemos dándoles las instrucciones de qué cosas deben hacer y cómo, cuando no estamos satisfechos ni satisfechas con lo que tenemos? Mejor que les hagamos creer que es posible crear algo mejor y que ellos y ellas sabrán cómo hacerlo.

    "La paradoja de la educación de comienzos del siglo XXI se encuentra en la desconexión entre la excelente capacidad institucional de las escuelas y su bajo desempeño en preparar a los estudiantes para inventar un futuro que responda adecuadamente a las oportunidades y desafíos globales" (Cobo y Moravec, 2011)
     
     Hoy en día se nos escapa de las manos el tema de la educación y tal y como dicen Cristobal Cobo y John W. Moravec, no se necesita hacer una reforma educativa sino una revolución educativa (1). Ellos también recuerdan como "Illich, ya en 1971 planteaba que un buen sistema educativo debería proporcionar acceso a los recursos disponibles a todos los que quieran aprender en cualquier momento de sus vidas y, al mismo tiempo, estar en condiciones de facultar a todos los que quieran compartir lo que saben con quienes quieran aprender de ellos. Los estudiantes no deben ser obligados a someterse a un determinado plan de estudios, o discriminados en función de si poseen un título o diploma". (Pg 31)
    Aprovecho para invitaros a leer el libro que han escrito estos 2 autores titulado "Aprendizaje invisible. Hacia una nueva ecología de la educación" y que os podéis descargar aquí. En él tocan temas muy interesantes y hablan de la evolución de la sociedad  1.0 a la sociedad 3.0 que es la del futuro y que tendrá por protagonistas a los knowmads (mezcla entre conocimiento y nómada), personas innovadoras, imaginativas, creativas, capaces de trabajar con prácticamente cualquier persona, en cualquier lugar y en cualquier momento (pg. 56). También hablan de la importancia del uso de las tecnologías y los aprendizajes invisibles que se experimentan pero que no pueden ser evaluados. 
   "En la medida en que las tecnologías digitales estimulen el desarrollo de nuevas habilidades que no son reconocidas por los actuales instrumentos de evaluación, quedará el riesgo latente de ignorar o invisibilizar aquellos talentos o “diamantes en bruto” que traen consigo muchos de los niños y jóvenes que hoy están en la escuela o en la universidad" (pg 34).

     ¿Están realmente preparad@s para la vida real? Los que salen de Sudbury Valley y otros centros educativos alternativos son los que están realmente preparados y preparadas pero la pregunta que nos deberíamos hacer es la de ¿Para qué estamos educando? ¿Cuál es el propósito de la educación? y podemos seguir haciéndonos preguntas porque, aunque no encontremos las respuestas, cuestionarse estas cosas es lo que pone nuestro motor en marcha y nos anima a caminar.
"Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos y ella de aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se desplaza diez pasos más allá. A pesar de que camine, no la alcanzaré nunca. ¿Para qué sirve la utopía? Sirve para esto, para caminar" (Eduardo Galeano)



(1) Cristobal Cobo y John W.Moravec (2011). Aprendizaje invisible. Pg. 72