domingo, 25 de noviembre de 2012

La importancia del juego

    Mis días en La Violeta están siendo un placer, estar rodeada de niños y niñas es algo que siempre me ha sentado muy bien. 
   Hay dos cosas fundamentales (y necesarias) que ofrece La Violeta: el juego y el cuento, actividades tan necesarias para la infancia como comer y dormir.
    Por las mañanas me siento en un rincón y observo cómo, aún medio dormidos y dormidas, van llegando los violeteros y violeteras. Tienen un pie en el mundo de los sueños aún y algunos/as ni saludan (claro que eso del saludo es una práctica cultural que están aprendiendo y no suele ser una necesidad), cuelgan sus abriguitos, colocan sus zapatos y se ponen a jugar con "la casita", con muñecos/as, con piezas para construir escenarios o torres, etc. Tienen muy claro con qué quieren jugar, la mayoría no duda ni un instante ni mira alrededor para elegir, ya saben lo que quieren y juegan y juegan y juegan hasta que su deseo está satisfecho, entonces cambian de actividad y... ¡se ponen a jugar, claro! Esta vez con pinturas, letras, muñecos, "la casita" o en la sala de "saltos". Es una absoluta preciosidad y creo que todos y todas deberíamos pararnos con más frecuencia a observarlo.
   Viendo esto, siento que el juego es como un puente que les conecta con la realidad y que les ayuda a entenderla. Todos y todas tienen (y tenemos) un chorro de energía "jugadora" que les sale sin querer, es su instrumento de conocimiento del mundo y de sí mismos/as y es imparable. Por eso juegan los niños y niñas, porque es una absoluta necesidad, como respirar o como dormir, y esto lo digo de verdad pero, en realidad y desgraciadamente, esta energía no es imparable, es parable a través de la fuerza, de la imposición cuando no se lo permitimos o cuando lo vemos como algo malo, como una pérdida de tiempo y se escuchan expresiones como "esto no puede ser ¡se pasa el día entero jugando!" o "esta niña solo quiere jugar". Con estas actitudes colocamos a los niños y niñas en un lugar injusto y sólo por hacer algo que les sale de dentro (y que además les ayuda muchísimo), ellos/as no eligen jugar para evitar hacer otras cosas o para fastidiar... Deja a un niño/a jugar y hará mejor el resto de las cosasSabemos que si les tapamos la nariz, dejarán de respirar y pueden incluso morir (es obvio y los médicos nos informan de las consecuencias que existen si a un niño/a se le impide respirar durante un rato) pero no es tan sabido (ni nos informan los médicos de ello) que existan consecuencias cuando no se les deja jugar libremente (y digo libremente porque eso es lo importante, que cada cual elija a qué y cómo jugar) porque no son consecuencias visibles ni medibles; lo que sí es visible es que cuando un niño o niña no juega, se oyen comentarios como "a este niño le pasa algo" y se le toca la frente para ver si tiene fiebre. 

    El juego permite a los niños y niñas conocer el mundo, expresar sus emociones a través de experiencias que tienen "otros" (los personajes de sus historias), relacionarse con los demás, desarrollar habilidades psicomotrices, aprender a hacer las cosas (imitan lo que ven en casa), desarrollar la creatividad en todo lo que hacen: al imaginar que un trozo de madera es un barco o un zapato y que un simple pañuelo es todo un océano, al crear los personajes y narrar los hechos que van ocurriendo, al fabricar elementos necesarios con plastilina, papel, barro, lana, etc. El juego les permite desahogarse cuando no se sienten bien, ayuda a entender y resolver conflictos así como a elaborar o conocer las reglas de juego y respetarlas, les ayuda a ponerse en el lugar de otros al disfrazarse e imaginar cómo actuar,  etc... El juego es ... es simplemente maravilloso y bueno, muy bueno.

   Peter Gray escribe en su blog un artículo que podéis leer aquí, titulado  Tanto trabajar y no jugar convierte a los Baining en la "Cultura más aburrida de la tierra". Los Baining viven en Papua Nueva Guinea. Se conoce con este nombre a un pueblo que se ha ganado la fama de ser tan aburrido que incluso varios antropólogos, después de iniciar un trabajo de investigación, han abandonado por no encontrar nada interesante en él. "Una cultura gris, sin colores, donde jugar es vergonzoso". Sus conversaciones no son frecuentes ni los temas de los que hablan, interesantes.
    Peter Gray opina que existe una relación importante entre esa falta de interés que despierta este pueblo y lo poco que han jugado sus habitantes. El juego, la exploración e investigación y otros comportamientos espontáneos de los niños/as están prohibidos y castigados porque consideran que lo natural no es bueno y que para llegar al máximo desarrollo humano hay que hacer cosas alejadas de dicha naturalidad. Los Baining creen, con razón, que el juego es una actividad natural de los niños, y precisamente es por esa razón por la que hacen lo que pueden para evitar que se dé.
  
      Yo no sé si todo lo aburridos que parecen ser estos habitantes de Oceanía es debido a su falta de juego pero sí siento que el juego está muy ligado al disfrute de las cosas, a la alegría y que los niños y niñas que juegan son felices y que la gente que juega es más feliz.
    Me pregunto si es necesario parar esa actividad lúdica tan beneficiosa, cuando los "peques" pasan a Primaria (dónde se limita el juego a media hora de recreo), en lugar de poder seguir jugando y jugando libremente durante el horario escolar... Yo estoy convencida de que si dejamos a los alumnos y alumnas jugar, van a ir eligiendo sus juegos en función de lo que la vida les ofrezca y de los misterios y retos que les presente y ¿Acaso no creéis que elegirán jugar con letras y números que les hará adquirir la lectoescritura y las matemáticas? ¿Acaso no creéis que querrán construir, cortar y taladrar y que aprenderán las medidas y el uso y manejo de herramientas? ¿Acaso no tendrán conflictos que resolver y podrán ponerse en el lugar de otros y establecer normas y buscar soluciones? ¿Acaso no es ofrecerles un sin fin de posibilidades que enriquezcan sus vidas sin que haya detrás una obsoleta organización adulta que obliga a todos los niños y niñas de la misma edad a aprender lo mismo y de la misma manera? ¿Acaso no os suena genial?
     ¿Y si pudiéramos seguir aprendiendo así el resto de nuestra vida? ¿Y si jugar no fuera "cosa de niños" sino "cosa de todos y todas"?

     Al menos, mientras encontramos la manera, no les quitemos ese alimento tan necesario a los más pequeños y tratemos de ofrecerles espacios y momentos para que jueguen y jueguen y jueguen.


    

sábado, 10 de noviembre de 2012

"Yoviendo" en España

   Una persona que desea aprender e investigar sobre la educación, busca cerca de su casa; lo de encontrar escuelas interesantes en el extranjero es una excusa estupenda para viajar, conocer países y aprender  idiomas, pero lo próximo se acerca más a nuestra realidad, a nuestra cultura. Por eso yo he buscado iniciativas nacionales a las que visitar. Entre las escuelas o espacios con los que ya he contactado, vía mail, teléfono o haciendo una visita, están Ojo de Agua en Alicante, Tximeleta en Pamplona, El Roure en Barcelona, Andolina en Gijón y La Violeta o Alavida en Madrid. Todas ellas contemplan la educación y la infancia de una manera diferente a la que estamos acostumbradas muchas personas, y han desarrollado un proyecto especial, cada cual adaptándolo a sus necesidades y/o a las exigencias legales (no todas están homologadas ni admitidas por la inspección). Cada vez son más los espacios dedicados a que la infancia reciba el respeto que merece, cada vez somos más los y las que estamos convencidas de que se necesita un cambio, pero la inquietud que sentimos y que sale en las conversaciones es, si montas algo diferente, tan diferente que es difícil recibir ayudas económicas, se necesita mucho dinero y luego hay que cobrar, pagar facturas y atender a un montón de gastos que en mayor o en menor medida, son necesarios. A la vez, el deseo de muchas personas que estamos en este punto, es el de ofrecer algo bueno, de calidad, a lo que puedan acceder todas las personas, independientemente de sus posibilidades económicas. Creo que, a día de hoy, no hay una solución fácil pero tal vez consigamos juntar ambas propuestas y se pueda ofrecer un espacio educativo potente y gratuito. En realidad, pedir deseos es tener claro lo que uno desea y, cuando se sabe lo que uno o una quiere y prioriza, entonces ocurren cosas que facilitan que el deseo se haga realidad. 
    Estos días tengo la enorme suerte de estar conociendo La Violeta , un espacio en Galapagar (Madrid) para el juego y la comunicación, que acoge a niños y niñas desde que pueden caminar hasta los 5 años (ó 6, depende). Es un espacio preparado para que los niños y niñas jueguen, se relacionen, escuchen cuentos, bailen, tomen un desayuno saludable y se desarrollen de una forma sana, respetando sus ritmos y sin presión externa. Es un espacio de libertad, donde el adulto está para garantizar la seguridad y facilitar a los "peques" los materiales con los que quieran jugar, porque eso es lo que se hace allí, jugar. Entre esos materiales hay algunos manipulativos que acercan las letras o los números (mezclando lo cognitivo y lo manipulativo), otros de movimiento y otros artísticos. Hay varios momentos diarios en los que participan todos/as: el desayuno, el tiempo de salir al jardín y el cuento que alguien cuenta justo antes de que acabe la jornada a las 13.30, además de otras actividades puntuales como celebración de cumpleaños, salidas y otras fiestas.
      Para entender qué tiene de especial un lugar como La Violeta hay que conocerlo o hay que conocer a familias que llevan, o han llevado, a su hijo o hija allí, para sentir qué efecto tiene el respeto a los ritmos y necesidades de los niños y niñas. Yo creo que es algo que podemos reconocer incluso años más tarde porque es una huella que queda para siempre. Los niños y niñas lo viven todo jugando, lo aprenden todo jugando y se relacionan jugando y aquellos/as a los que se les ha dejado jugar todo lo que han querido y a lo que han elegido, son diferentes, son más sanos (lo siento, pero me permito hacer esta afirmación, sin dudar y sin ofrecer pruebas que lo demuestren científicamente porque soy plenamente consciente de los indudables beneficios del juego). Ya sabemos que los primeros años son los más importantes para la vida de cualquier persona, por lo tanto, si se escucha al niño/a, se le cuida, se le toma en serio, se le trata con cariño y se le permite jugar moverse en libertad,  atendiendo a sus necesidades y sin forzar sus procesos de desarrollo, entonces crecerá mejor y será más feliz. 
     La verdad es que, en estos días de observación en La Violeta, disfruto de ver cómo se relacionan los niños y niñas, qué juegos eligen, cómo resuelven determinadas situaciones y conflictos entre ellos/as, y no busco pruebas evaluables ni medibles de qué están aprendiendo pero, para aquellos y aquellas que leáis esto y os sintáis escépticos, me gustaría deciros que es una preciosidad disfrutar del acercamiento voluntario que hacen a la lectoescritura o a las matemáticas, viviéndolo como un juego más. Es un deseo muy fuerte el que les lleva a querer aprender las letras o los números para poder acceder, ellos/as solos/as, a ese sistema tan abstracto sin necesitar al adulto, pero al que no se le ha despertado dicho deseo, las letras y los números ¡le importan un pimiento! y si tuviera que aprenderlos a la fuerza (como suele hacerse en muchas ocasiones) ¿podéis imaginar lo que ocurriría entonces? ¿Habéis hecho algo por obligación alguna vez? ¿Habéis comido por obligación algo que no os gusta? ¿Y qué ha ocurrido? ¿No lo habéis odiado el resto de vuestra vida o habéis creado una fobia? Siempre se oye eso de "odio las judías (¡pobres judías!) porque de pequeña me obligaron y..." y también se oye "no me gusta mucho leer porque de pequeña me obligaron y me hacían leer en alto y me equivocaba o iba muy despacio y confundía las letras y..." ¿Entendéis qué fácil es generar fobias, manías o incluso dislexias? Los niños y niñas que pueden disfrutar de esta libertad para jugar, porque estén en un espacio así o porque su maestra o maestro sepa qué necesitan, son niños y niñas afortunadas pero, una vez más, creo que todos los niños y niñas tienen derecho a ser respetados de esta manera, con independencia de la escuela o los maestros y maestras con los que le toque estar.
    Permitid a vuestros hijos, hijas, alumnos y alumnas que elijan su momento para aprender, ofrecedles espacios y momentos que les acerquen los "saberes" (si teméis que ellos y ellas no lo descubran solos/as) y defended su sano desarrollo sin culpar a la escuela o al sistema, porque todos y todas somos responsables y está en nuestra mano hacerlo lo mejor que podamos.

     Los árboles no crecen por tirarles de las hojas ni los niños y niñas crecerán antes por forzarles.


    Quiero aprovechar para invitaros a que veáis el reportaje que ha compartido Bernardo Mateu en este blog (y que ya he colgado en mi sección "Vídeos para empaparte") que habla sobre el trastorno de hiperactividad (TDAH):  ¿Niños hiperactivos o niños del cambio?  
     Por favor, escuchad lo que tan inteligentemente dice Juan Pundik y mostrádlo a todas las personas que convivan con niños y niñas. Así estaremos contribuyendo a mejorar su vida (la de los niños y niñas).
Gracias, Bernardo.