Antes de comenzar este periplo educativo, alguien me escribió en mi libreta...
"Que ser cobarde no merezca la pena y que ser valiente no salga tan caro..." Parece que las cosas funcionan así y que no hay término medio, no se es un poco valiente, se es o no se es y el que es cobarde, lo es. Creo que no es atribuible a todas la facetas de nuestra vida pero sí a ciertas situaciones concretas que te hacen colocarte en un lugar o en otro. Y yo me pregunto, ¿acaso el cobarde reconoce su cobardía? ¿o nos sentimos tod@s valientes? y ¿Qué es ser valiente? ¿ponerse delante de un tigre?, ¿atravesar una calle peligrosa de noche?, ¿dormir en una casa fantasmal?, ¿decirle a alguien la verdad?, ¿mirarte bien y saber quién eres realmente?, ¿superar tus miedos internos, mirándolos a la cara diferenciando los peligros reales de los inventados?
Yo me quedo con las 2 últimas preguntas y decido que sí, que soy una valiente, porque he acabado con gigantes terribles que nublaban mi juicio y al final resultaron ser muñequitos enanos que, por estar pegados a mis ojos, parecían enormes. A veces, los dichosos molinos de viento están acoplados en otros lugares impidiendo que avancemos: en los oídos, en el corazón, entre tú y otras personas, atando una cuerda entre tus piernas, etc... y está en nosotros reconocer el miedo, pero a veces es tan aterrador y está tan disfrazado que no lo vemos jamás, porque ya nos encargamos de fabricar montones de resistencias que no nos permitan comprometernos con lo que en el fondo de nuestro corazón queremos, ¿por qué? porque a veces, ni sabemos lo que queremos y eso da todavía más miedo o porque cambiar y avanzar da mucho vértigo.
Después de coger a esos muñequitos y metérmelos en el bolsillo pequeño del pantalón (no se iban a perder el viaje) me subí al avión con destino Boston. Siempre viene muy bien tener un primo que se llame Rafa y sea auxiliar de vuelo en Iberia porque, aunque él no vuele, ya se encarga de que haya alguien que vele por tu tranquilidad y así fue ¡Qué suerte! ¡Gracias, primo!
He decidido alquilarme un coche porque las distancias aquí son grandes y el transporte público no me iba a ayudar demasiado; necesito ir al cole todos los días, hacer turismo, conocer bien la ciudad de Boston, visitar a Richard, el amigo de Donald y al tío de Jacobo y todo esto, hacerlo a gusto... Así que me subí en el ford focus, puse las indicaciones en el GPS, me senté sobre mi pie izquierdo (en los coches automáticos no lo necesitas para nada) y me aventuré por las calles de Massachusetts. USA tiene una cosa que me encanta, la música, y es fácil encender la radio y encontrarte con temazos...¡Vaya regalos! Mumford and Sons, el 1,2,3 de Feist, etc... y así llegué a casa de María, la mujer que me alojará estas semanas, tiene 2 hij@s que van a Sudbury y hoy me llevan con su familia a celebrar La Pascua.
Mañana empiezo mi visita en Sudbury Valley School, estoy deseando ver a los ciento y pico alumn@s y adultos conviviendo y organizándose. Pensar en Sudbury me hace pensar en l@s valientes; son personas muy comprometidas que confían en lo que sienten, saben lo que quieren y, en ocasiones, tienen que luchar fuertemente por ello, contra el sistema y el entorno.
En educación tenemos que tener muy en cuenta lo que necesitan nuestr@s alumn@s y no dejar que nada nos ciegue ni despierte nuestras inseguridades. Tenemos mucho miedo y por eso, en ocasiones nos relacionamos con l@s niñ@s desde una posición errónea, de defensa o de ataque, y ahí perdemos nuestra fuerza y nos pasamos al lado de los cobardes.
Creo que, sin muñequitos que me cieguen, voy a ser capaz de ver la grandeza que este lugar representa y estoy más preparada para cuestionar con amor y respeto todo lo que voy a conocer estos días.
Os iré contando, ahora os dejo que debo ir a buscar mi cesta con los huevos de Pascua que me ha traído el conejito. Desde luego, esto de ser valiente, me está costando unos cuantos euros (y abrir los ojos a las 5 de la mañana por el jet lag) pero eso es todo lo caro que me está saliendo.