domingo, 31 de marzo de 2013

Yoviendo sin miedo

    Antes de comenzar este periplo educativo, alguien me escribió en mi libreta...
"Que ser cobarde no merezca la pena y que ser valiente no salga tan caro..." Parece que las cosas funcionan así y que no hay término medio, no se es un poco valiente, se es o no se es y el que es cobarde, lo es. Creo que no es atribuible a todas la facetas de nuestra vida pero sí a ciertas situaciones concretas que te hacen colocarte en un lugar o en otro. Y yo me pregunto, ¿acaso el cobarde reconoce su cobardía? ¿o nos sentimos tod@s valientes? y ¿Qué es ser valiente? ¿ponerse delante de un tigre?, ¿atravesar una calle peligrosa de noche?, ¿dormir en una casa fantasmal?, ¿decirle a alguien la verdad?, ¿mirarte bien y saber quién eres realmente?, ¿superar tus miedos internos, mirándolos a la cara diferenciando los peligros reales de los inventados? 
   Yo me quedo con las 2 últimas preguntas y decido que sí, que soy una valiente, porque he acabado con gigantes terribles que nublaban mi juicio y al final resultaron ser muñequitos enanos que, por estar pegados a mis ojos, parecían enormes. A veces, los dichosos molinos de viento están  acoplados en otros lugares impidiendo que avancemos: en los oídos, en el corazón, entre tú y otras personas, atando una cuerda entre tus piernas, etc... y está en nosotros reconocer el miedo, pero a veces es tan aterrador y está tan disfrazado que no lo vemos jamás, porque ya nos encargamos de fabricar montones de resistencias que no nos permitan comprometernos con lo que en el fondo de nuestro corazón queremos, ¿por qué? porque a veces, ni sabemos lo que queremos y eso da todavía más miedo o porque cambiar y avanzar da mucho vértigo.

     Después de coger a esos muñequitos y metérmelos en el bolsillo pequeño del pantalón (no se iban a perder el viaje) me subí al avión con destino Boston. Siempre viene muy bien tener un primo que se llame Rafa y sea auxiliar de vuelo en Iberia porque, aunque él no vuele, ya se encarga de que haya alguien que vele por tu tranquilidad y así fue ¡Qué suerte! ¡Gracias, primo!
     He decidido alquilarme un coche porque las distancias aquí son grandes y el transporte público no me iba a ayudar demasiado; necesito ir al cole todos los días, hacer turismo, conocer bien la ciudad de Boston, visitar a Richard, el amigo de Donald y al tío de Jacobo y todo esto, hacerlo a gusto... Así que me subí en el ford focus, puse las indicaciones en el GPS, me senté sobre mi pie izquierdo (en los coches automáticos no lo necesitas para nada) y me aventuré por las calles de Massachusetts. USA tiene una cosa que me encanta, la música, y es fácil encender la radio y encontrarte con temazos...¡Vaya regalos! Mumford and Sons, el 1,2,3 de Feist, etc... y así llegué a casa de María, la mujer que me alojará estas semanas, tiene 2 hij@s que van a Sudbury y hoy me llevan con su familia a celebrar La Pascua. 

     Mañana empiezo mi visita en Sudbury Valley School, estoy deseando ver a los ciento y pico alumn@s y adultos conviviendo y organizándose. Pensar en Sudbury me hace pensar en l@s valientes; son personas muy comprometidas que confían en lo que sienten, saben lo que quieren y, en ocasiones, tienen que luchar fuertemente por ello, contra el sistema y el entorno. 
     En educación tenemos que tener muy en cuenta lo que necesitan nuestr@s alumn@s y no dejar que nada nos ciegue ni despierte nuestras inseguridades. Tenemos mucho miedo y por eso, en ocasiones nos relacionamos con l@s niñ@s desde una posición errónea, de defensa o de ataque, y ahí perdemos nuestra fuerza y nos pasamos al lado de los cobardes.

     Creo que, sin muñequitos que me cieguen, voy a ser capaz de ver la grandeza que este lugar representa y estoy más preparada para cuestionar con amor y respeto todo lo que voy a conocer estos días.

     Os iré contando, ahora os dejo que debo ir a buscar mi cesta con los huevos de Pascua que me ha traído el conejito. Desde luego, esto de ser valiente, me está costando unos cuantos euros (y abrir los ojos a las 5 de la mañana por el jet lag) pero eso es todo lo caro que me está saliendo.


miércoles, 27 de marzo de 2013

3, 2, 1... Boston

Sudbury Valley School

         En tres días cogeré un avión directo a Boston para conocer, durante dos semanas, una de las escuelas libres y democráticas que más años lleva ofreciendo a niños y niñas un espacio para que disfruten con su tiempo haciendo lo que deseen. 
          En 1968, en Framingham, Massachusetts, Hanna y Daniel Greenberg fundaron Sudbury Valley School, un lugar donde los estudiantes, de entre 4 y 19 años aproximadamente, disfrutan de los dos valores principales de una escuela democrática: 
  • La libre asignación del tiempo: cada un@ elige qué hacer cuando está ahí. Hay determinadas actividades con las que un@ se compromete, que tienen que ver con el cuidado de la convivencia o por pedir algún tipo de taller, pero no hay horarios establecidos para clases ni obligatoriedad de adquirir aprendizajes concretos que llegan impuestos desde un curriculum. Por lo tanto, no hay pruebas evaluativas, notas ni diplomas. 
  • Las decisiones se toman de forma democrática: una persona, un voto. Estas decisiones tienen que ver con todo lo relacionado con la escuela, incluso la contratación o despido de los adultos acompañantes (o staff members). 
      Yo ya he tenido la suerte de conocer "De Kampajne", el Sudbury Valley School de Amersfoort en los Países Bajos y he podido percibir el respeto y el lugar tan importante que se les da a los niños y niñas, pero me siento muy afortunada por poder conocer la cuna de este movimiento de escuelas y confirmar con mi observación, que las personas que terminan su escolaridad salen de ahí con una preparación, tanto personal como académica, que convencería a cualquiera para acabar con gran parte de las prácticas del sistema educativo actual (actual y de toda la vida, vaya); este sitema que sienta a l@s niñ@s, les alecciona, les examina, presiona, castiga, refuerza positivamente para desactivar los refuerzos negativos que arrastra de malas experiencias, etc... y donde siempre es el maestro o la maestra el que, desde fuera, y bajo la presión de un claustro, una inspección o todo un sistema, va modelando a su gusto (en ocasiones, con un gusto exquisito pero no deja de ser el suyo) a un montón de niños y niñas que pasan por sus manos. 
     Hay muy pocos espacios educativos a día de hoy que permitan que cada niñ@ descubra lo que tiene dentro, desarrolle sus capacidades sin sentirse raro o diferente por no ir al ritmo de la media y aprenda lo que le interese. Y es una pena porque, aunque algun@s piensen que los niños, niñas y adolescentes no tienen derecho a elegir qué aprender y qué hacer, yo empiezo a pensar que es la mejor idea del mundo porque en Sudbury Valley School, el que aprende algo, lo aprende con ganas, con interés, lo aprende de verdad porque tiene sentido ya que es el momento en que ha necesitado aprenderlo.
        ¿Por qué dará más seguridad tener generaciones y generaciones de estudiantes formados de la misma manera, que generar diversidad? ¿Por qué dará más seguridad tener a 25 ó 30 estudiantes sentados haciendo lo mismo, de igual forma, que permitirles SER y enriquecernos todos? ¿Es el desorden de la clase lo que asusta? ¿Es el miedo a que nos superen? 
Raro, ¿no? Creo que es vértigo, debe ser que da vértigo generar esos espacios donde todos valemos lo mismo (grandes y pequeños) y nuestros saberes e inquietudes son compartidos pero no comparados ni evaluados.
         Pues todos estos aprendices, exploradores, juguetones, sabios ocultos que son nuestr@s alumn@s, se merecen que superemos el vértigo, las inseguridades y el miedo y  que vayamos dejándoles hacer... Seguro que es impresionante el resultado con el que nos vamos a encontrar.

      Yo, de momento, voy a ir aprendiendo cómo lo consiguen en el Sudbury Valley School original y traeré para España todo lo que pueda ayudar a que vayamos acercándonos a una educación libre y democrática. Durante mi estancia iré retransmitiendo mi experiencia y mis reflexiones mientras voy yo, viendo escuelas más allá del Atlántico.




domingo, 10 de marzo de 2013

Mariposas de Tximeleta


   
  
"El tren con destino Pamplona efectuará su salida por la vía..." Me encanta viajar en tren sola y me encanta llegar a una ciudad nueva para mí y sentir que todo se organiza de forma automática para que todo me salga bien. ¿Aquí todo el mundo es encantador o soy yo que con esta actitud de fascinación lo recibo todo teñido de mucha emoción? Como dice siempre Toño, al final todo es "cuestión de actitud" y ¡qué razón tiene!

"Un bombero entre mariposas" me recibe al llegar. Este bombero es Santi, un papá de la Escuela Tximeleta que escribió un libro con este título después de ejercer de maestro allí durante unos años. Cuenta sus preciosas experiencias como acompañante y maestro en esta Escuela Libre a la que lleva a sus hijas, que está en un pueblo a las afueras de Pamplona.
    
      Encuentro que el libro es una delicia de lectura, recomendable para cualquiera que esté próximo a la educación y además, cuenta con el prólogo del mismísimo Francesco Tonucci (Frato).

        Tximeleta, que significa mariposa en lengua vasca, es un proyecto educativo que partió de un grupo de familias hace ya 10 años con la intención de ofrecer una educación respetuosa y democrática a sus hijos e hijas. A día de hoy siguen siendo las familias las que hacen posible que se mantenga este precioso proyecto, pero esto se consigue también gracias al Equipo Educativo que está a diario facilitando y acompañando el revoloteo de las 33 mariposas, de entre 3 y 12 años, que forman Tximeleta. Asier, Leyre, Alberto, Garoa y Maider forman este potente equipo y gracias a ell@s, yo he podido observar de cerca cómo actúan, cómo aprenden, cómo disfrutan los niños y niñas y también cómo piensan, cómo toman decisiones, cómo resuelven situaciones y cómo cuidan a l@s niñ@s estos 5 adultos que creen en lo que hacen y que han compartido conmigo sus reflexiones e inquietudes acerca de educación y acompañamiento respetuoso. 

       A las 9 am. del lunes me subo en la camioneta con Leyre al volante y en dos paradas, recogemos a l@s niñ@s que van en la camioneta blanca. Hoy, la roja la lleva otro profe y así, se facilita la llegada de tod@s los que viven lejos de la escuela.
        Tximeleta es una casa de piedra, con 3 pisos y espacios amplios en los que se ubican diferentes materiales para jugar y para aprender diferentes materias (sala polivalente: de música y movimiento o de asambleas, sala de juego simbólico, taller de madera, taller de artística, sala de colchonetas, la cocina, "txokos" de lengua y mates, etc...). En este proyecto, son l@s niñ@s quienes organizan sus horarios y eligen qué hacer con su tiempo la mayor parte de los días, pero hay una intención clara de que salgan de la escuela con los contenidos propios del curriculum de Primaria adquiridos, para facilitar su adaptación al Centro en el que decidan estudiar la Educación Secundaria. Después de unos meses de adaptación al nuevo curso, los niños y niñas se organizan en grupos según amistades e intereses comunes y elaboran sus horarios para recibir clases específicas, hacer talleres o proyectos que han propuesto y para elegir sus tiempos libres. Ell@s adquieren cierto compromiso con su grupo pero no siempre respetan el horario. 

          Hoy, el grupo de "Delfines" está en un taller y falta alguien...de pronto, toc toc toc, se abre la puerta y aparece un niño de 5 ó 6 años disfrazado con gorro y escudo. "Vengo a deciros que no quiero quedarme, hoy me quedo arriba jugando con otros niños"... Se lo dice a los "delfines", no está pidiendo permiso a la maestra, sino a sus iguales. "Bueno, vale por hoy, pero ya llevas así dos días, el próximo te quedas con tu grupo" le responde una niña de 5 años y él, satisfecho y de acuerdo con lo que le han dicho, se sube para seguir poniendo en práctica su deseo de ese momento.
         Paso la mañana recorriendo la casa, conociendo los espacios y sus materiales, observando, todavía desde cierta distancia, cómo funciona esta escuela en la que se respira un ambiente cálido, de  respeto y confianza.
         A las 13 horas, se recoge y se limpia entre tod@s (cada un@ sabe qué espacio le toca) y después 3 adultos en 3 lugares diferentes, leen cuentos e historias para distintas edades y cada niñ@ elige a cuál ir. Después, la casa de una familia vecina se convierte en comedor y allí se quedan a comer algun@s niñ@s. A las 15.30 las furgonetas se llenan y salen camino de Iruña (Pamplona).  
           
"Control de acceso"
          Otro día es Garoa la que me lleva en su coche, vamos pasando por campos verdes, pueblos y viñedos, a ritmo de "Rolling in the river" en la versión de Tina (tantas veces bailada con mis amigotas). Al llegar, ya están tod@s preparándose para el "corro", donde se saludan y se dan avisos, si los hay. Luego, cada cual a su lugar, al taller en el que le toque o quiera estar. Y así he ido viendo cómo se han organizado a lo largo de la semana: unas preparan en el taller de almuerzo creppes y batidos para toda la escuela, otros se fabrican varitas mágicas o walkie-talkies con madera, un grupo hace coches teledirigidos, otro usa el conocido material Montessori para avanzar con mates y lengua, otro está con su investigación de minerales; los mayores practican las canciones de su grupo de música, otros escuchan a un papá que ha venido a contar cosas, los "chikis" han salido de paseo por el campo y un grupo tiene taller de arcilla al estilo "Educación Creadora". También hay alguno que, por su cuenta, ha elaborado un sistema ficticio de acceso a los espacios usando huella dactilar, códigos personales o tarjetas con banda magnética que él va elaborando. ¡Impresionante!
       Y yo me pregunto, ¿A dónde van todas estas genialidades y los deseos reales de los niños y niñas cuando no pueden ser satisfechos, cuando no tienen un espacio, un tiempo, un adulto cerca que se asegure de que puedan disfrutar como se merecen? ¿Quedarán en algún espacio desconocido del cerebro? ¿Irán a algún lugar llamado "La isla de los sueños perdidos"? o ¿Se transformarán en dolores de tripa, miedos nocturnos, puñetazos y patadas?  Porque a algún lugar deben de ir, ya que es totalmente imposible que consigamos hacerlos desaparecer de las cabezas de sus dueños por mucho que nos empeñemos en tenerles callad@s y quiet@s.

     Mientras los deseos de much@s niñ@s del mundo planean un boicot contra el sistema para que toda la educación sea respetuosa y l@s niñ@s se sientan escuchad@s y correctamente atendid@s, en Tximeleta, el que quiere sale al precioso jardín de vistas envidiables a jugar y a disfrutar en las estructuras y en el arenero con las palas, rastrillos y manguera. Alguno juega más bien a "ser arena", porque lo que tod@s conocemos como hacer "la croqueta" con la arena de la playa, en Tximeleta, para alguno, es una costumbre. Menos mal que los adultos saben ver la importancia del disfrute de esos momentos y, en lugar de llamar la atención o regañar por mojarse y mancharse, les esperan con ropita limpia para que vuelvan a casa secos y felices. Porque eso es Tximeleta, un lugar donde les importa lo que les pasa a l@s niñ@s y lo que sienten, y donde saben que ésta es una de las maneras de educar a personas libres que ayuden en el futuro (y en el presente) a construir una sociedad mejor.

     Gracias, tximeleteros y tximeleteras, niños, niñas, profes y familias, por dejarme conoceros desde dentro y por compartir tanto conmigo. Me he sentido cuidada, respetada, escuchada y, como ya os dije, me vuelvo "fascinada". Siento que tod@s aprendemos más cuando nos hacemos preguntas y nos cuestionamos a nosotros mismos, que cuando obtenemos respuestas desde fuera. Y ahí estáis vosotr@s, reflexionando y buscando, creciendo cada día sin ser del todo conscientes de que a ratos, sois luciérnagas además de mariposas. Os deseo mucha suerte y espero que muchos niños y niñas puedan ser tximeletas durante unos cuantos años y con su aleteo, llenen su mundo y el nuestro de color.


- Txoko: palabra vasca que significa rincón o sitio pequeño.
- El dinero que se recauda comprando el libro "Un bombero entre mariposas" es para la Escuela y podéis encontrarlo aquí