domingo, 27 de octubre de 2013

"Madurar es de frutas. Las personas cambian"


     Me encanta la imagen de niñ@s con botas de agua (las katiuskas de siempre), me transmiten diversión asegurada, parece que fueran el carnet para pasárselo bien, el permiso para meterse por todos los lugares. También me recuerdan a las que se ponen los campesinos y granjeros para trabajar, así que al final me da la sensación de que si te metes en unas katiuskas te vas a meter a fondo en cualquier cosa que hagas. El Dragón se ha llenado de botas de agua que duermen ahí, que viven ahí y que alguno se las pone hasta cuando hace sol. Con ellas saltan en los charcos, crean ríos y pantanos, juegan con el barro, y hasta salen de paseo por el campo ¡Eso sí que me gusta! ¡Los paseos por el campo! y cuando pregunta el que aún no ha cumplido 3 años ¿puedo ir yo también? y acabamos yendo niños y niñas de entre 2 y 9 años juntos a correr, a subir rocas, a tirarse de culo por toboganes-roca y a observar a los animales (insectos sobretodo, de momento) que son invisibles a mis ojos pero que ell@s encuentran a la primera. 
Me encanta cuando antes de salir V. dice "hay que coger la bolsa de basura" y se pasan el camino recogiendo lo que otra gente ha dejado allí tirado: bolsas de plástico, botellas, cristales, papeles, etc... A much@s de ell@s no les cabe en la cabeza que haya personas que usan el campo como basurero y ya están pensando en cómo podemos arreglar esto. 

     Los días en El Dragón son una delicia, los niños y niñas están conociendo eso que se llama libertad pero que a veces también confunden con libertinaje y es que, como dice siempre Juan, l@s niñ@s en la Escuela Democrática necesitan desarrollar dos alas: la de la responsabilidad y la de la libertad, hasta que no asuman cierta responsabilidad no pueden disfrutar de la libertad, y entonces se confunden y practican más el libertinaje, o lo que yo llamo "hago lo que me da la gana", que no es lo mismo que hacer lo que uno quiere con su tiempo, sin molestar ni dañar a las cosas y personas que hay alrededor. 
     Teniéndolo tan cerca y viviéndolo en vivo y en directo, me doy cuenta de que eso es lo más difícil de conseguir y lo más importante de alcanzar. Toda una escuela libre merece la pena aunque solo sea para educar a personas responsables y que desde ahí ejerzan su libertad. ¿Qué más da que se sepa todo el currículo de Primaria y Secundaria si no se sabe qué hacer con ello? ¿Qué más da que se sepan todos los contenidos (que se aprenden a la fuerza) si no son personas felices las que los aprenden?
      Ayer hablaba con Claudia, una antigua alumna de 13 años y me explicaba con una mezcla entre enfado y tristeza lo poco que le gusta el instituto porque parece que no les importa nada lo que sienten y lo que necesitan los alumnos y alumnas: 
"Están empeñados en que seamos mayores y maduremos y yo creo que madurar es de frutas, las personas no maduran, las personas cambian. Están empeñados en que seamos ya como adultos y hay muchos adultos que están aburridos y amargados y lo que hacen es amargarte la vida.
   Tú vas al instituto a aprender, vale, pero también a pasártelo bien porque aprender también es pasárselo bien. El instituto debería ser un lugar dónde pasarlo bien y donde nos dejen disfrutar de nuestros intereses aunque sean infantiles. Qué manía con que maduremos de una vez. ¡Me están robando mi infancia! Dejadme que sea pequeña, que ya tendré tiempo de ser mayor.
    Me dicen algunos profes que usar colores es de pequeños y yo los uso para decorar, ilustrar con algún dibujo para entender y memorizar mejor y para desarrollar mi creatividad pero no me dejan, no nos dejan. ¿Cómo quieren que desarrollemos la creatividad si nos imponen sus propias reglas hasta para elegir los colores que podemos utilizar? Esa no es mi creatividad, es su creatividad."
    Claudia dice que si hubiera ya un Dragón para niños y niñas de su edad, ella iría y terminamos nuestro aperitivo diciéndome:
 "Yo quiero ser actriz, pero si el mundo necesitara un cambio radical, yo me ofrecería como presidenta del gobierno para ayudar"
     A ver si nos da tiempo a agrandar El Dragón para que Claudia pueda disfrutar de alguno de los años escolares que le quedan y que pueda aprender como quiera y cuando quiera.

     Miro día a día a los seres tan puros (puros por ser niños y niñas simplemente ¿eh?) que nos acompañan en El Dragón y tengo que reconocer que me emociono al verles crecer en libertad y al ver como sus caras brillan de satisfacción, de tranquilidad, de gratitud, etc...(hay momentos duros también donde no están tan tranquilos y contentos pero sus caras siguen brillando)
       El Dragón es como el árbol que había en La Pradera donde jugaba yo de pequeña al escondite, cuando llegabas corriendo antes que el que la ligaba y decías "salvada", sentías un gran alivio. Ahora el árbol está en este jardín donde tod@s están salvad@s (por estar en un espacio así) y corren felices desde por la mañana entre la niebla que nos regala el precioso valle que nos rodea.