sábado, 16 de noviembre de 2013

PARA JUGAR Y DISFRUTAR



     Inspirada por el Blog de mi antiguo colegio, y aprovechándome de todo el esfuerzo que hizo Marga eligiendo actividades online muy interesantes, he querido poner una sección de enlaces llamada "Para jugar y disfrutar" (están en la columna de la derecha ¡mira!). En ellos podéis encontrar, de momento, actividades relacionadas con el arte, la ciencia, la música y la Unión Europea. Algunas están en español y otras en inglés, algunas son para niños y niñas de cualquier edad, otras para los niños y niñas más mayores de la casa, y todas para que los adultos disfrutéis como niñ@s.
    Encuentro que son actividades interesantes, atractivas, didácticas y muchas, de una gran belleza, con las que podéis dejar a los niños y niñas jugar en ese ratito en que se les deja utilizar el ordenador. Mejor ofrecerles actividades conocidas que dejarles buscar en la red, ¿no creéis?. Instala Adblock en tu ordenador y se bloquearán todos los pop-ups y la publicidad para que no haya distracciones mientras juegan.
   Todas las actividades están revisadas por mí y elegidas a propósito. Admito sugerencias e iré añadiendo enlaces nuevos poco a poco.
      Hala, pues eso, ¡a jugar y a disfrutar!




viernes, 15 de noviembre de 2013

M.E.D.I.A.C.I.Ó.N.

   Los conflictos existen, es una realidad y tod@s crecemos con ellos pero hay que atenderlos y debemos ir dando a l@s niñ@s las herramientas para resolverlos de la forma más respetuosa.
    Hoy se ha reunido por primera vez el Grupo de Mediación para resolver un conflicto. Está formado por cuatro niñ@s de diversas edades y un adulto. Si alguien tiene una queja, la redacta en una hoja preparada para ello, escribe quiénes están implicados/as y qué necesita del Grupo de Mediación. Hoy el Grupo ha leído la queja puesta por P. y A. y antes de llamar a l@s implicad@s, hemos hablado un poco sobre lo que ya sabíamos acerca del conflicto y sobre qué faltas creían que se habían cometido. N. ha ido a avisar a las 4 personas que tenían algo que ver en el asunto y tod@s hemos ido escuchando lo que tenía que decir cada uno/a y lo que necesitaba hacer, o que le hicieran, para arreglar el asunto.
     Ha sido una maravilla y tod@s hemos salido muy enriquecidos. Se ha tratado a tod@s con respeto y se ha buscado la mejor forma de ayudar a resolver, indagando en los porqués y buscando consecuencias sencillas y coherentes con lo ocurrido. Y hemos descubierto, después de resolver el conflicto por el que se quejaban, que el origen real está en un problema más profundo que tiene que ver con las relaciones entre varios niños.
      Este tipo de espacio educativo necesita tiempos donde los niños y niñas sepan que van a ser escuchad@s y que se les va a ayudar a resolver sus conflictos. Y eso debe hacerse con parte del grupo con el que conviven  porque así, es el grupo el que va regulando la convivencia y no somos los adultos los que tenemos que ir llamando la atención y decidiendo consecuencias. Como ya he dicho alguna vez, la autoridad adulta la mayoría de los casos es injusta y toma decisiones normalmente con prisa, sin escuchar a todas las partes y responsabilizando casi siempre al mismo o misma que "siempre se mete en líos". Cuando hay tiempo para escucharles, el mensaje que reciben es "lo que te pasa es importante y vamos a dedicarle el tiempo que sea necesario, vamos a tomárnoslo en serio y vamos a tomar decisiones pensando en lo mejor para tod@s".
    En mi experiencia ayudando a resolver conflictos, he visto que la mayoría de las veces un pequeño conflicto (como una pelea o unos insultos) sirve para juntar al grupo de mediación y, gracias a hablar, escuchar e indagar, acabar descubriendo que lo que ocurre es mucho más profundo, que lo que hay detrás es más serio (chantaje emocional, amenazas, acoso, etc...) y que cuando no tienen ese espacio de mediación, el adulto decide en función del conflicto visible más evidente y según la información que tiene a primera vista.
    ¿Qué suele ocurrir en estos casos? Que el/la culpable siempre es quien da la torta o el puñetazo y no nos enteramos de qué le llevó a hacerlo ni de cuánto le han provocado previamente. También podríamos meternos en qué le pasa a cada niño y niña a nivel personal pero de eso ya hablé en el post "¿Mal comportamiento o mala gestión de las emociones?" cuando os invitaba a ver un fragmento de la película Kirikú. Por supuesto que los niños y niñas sienten emociones que no saben gestionar y les lleva a tener conflictos pero, ¿qué hay del papel de los adultos profesionales y de los espacios dónde pasan tanto tiempo nuestros niños y niñas? Debemos escucharles, es nuestra obligación darles tiempos para que se expresen y puedan decirle a otr@s "no quiero que me trates así" con un adulto presente que le de fuerza para decirlo.
    La realidad que me llega de muchas escuelas es que l@s niñ@s están bastante abandonad@s respecto a estos temas, y los profesionales están tan perdidos como los estudiantes. Yo sé que no es fácil encontrar tiempos en unos horarios tan apretujados y llenos de asignaturas obligatorias pero apelo, una vez más, a la responsabilidad de cada profesional y de cada docente para que detecten con urgencia la necesidad de cambiar tiempo de libro de texto aburrido que entretiene a niñ@s pasiv@s adormecidos, por tiempo de escucha activa, respeto y crecimiento personal. 
     
    Como siempre, me he emocionado escuchando las aportaciones del Grupo de Mediación y viendo cómo cada niño implicado asumía su responsabilidad y reconocía su falta de respeto. Y la verdad es que me emociono cada día al ver, después de solo dos meses, cómo van brillando est@s pequeñ@s dragones y dragonas y cómo empiezan a equilibrar sus alas de la libertad y la responsabilidad mientras disfrutan de cada día "¡cómo si lo fueran a prohibir!". No tengo ninguna duda de que van a ser personas felices. ¡Qué suerte!

       

sábado, 9 de noviembre de 2013

¿Cómo se escribe la "JA"?


    ¿De verdad que pueden aprender a leer sol@s? ¿Y a escribir también?
    Que si, que ya os lo decía yo ¿No veis que es una de las cosas más atractivas y divertidas para l@s niñ@s? ¿No veis que lo hacemos todas las personas y están imitando y absorbiendo como esponjas? Es como andar, lo desean desde que ven que todas las personas lo hacen. Alguien que vive en un ambiente alfabetizado y lleno de mensajes escritos por todas partes, aprende por el puro deseo de aprender. Lo peor que podemos hacer es forzar a un bebé a que camine antes de que esté listo y lo desee (normalmente lo desea mucho antes, pero su cuerpo no está preparado). Igualmente, lo peor que podemos hacer es forzar a un niño o niña a que aprenda a leer y escribir antes de que esté list@ y lo desee. 
¿Las consecuencias? Imaginadlas, si no las conocéis ya. Forzar cualquier proceso natural del desarrollo es negativo para el posterior desarrollo. Ya sabemos que "los árboles no crecen tirando de las hojas". 

"Quiero a mi mamá"
Patatas,pollo,lentejas,chorizo.
     Las motivaciones las tienen a diario, cualquier tema es una oportunidad para escribir y cuando están en un espacio libre, sin juicio, donde se respetan los procesos, van escribiendo sin miedo a equivocarse, a veces descubren ell@s sol@s y van usando únicamente las vocales para construir palabras, y otras veces van preguntando y se lo escribimos en una pizarrita (mientras decimos la palabra para que asocien el sonido a la grafía) para que puedan copiar las letras.
      La verdad es que es una suerte presenciar estos procesos, sigue siendo emocionante con cada niño o niña que empieza ese camino de descubrimiento y autoaprendizaje.

     Un grupo de niñ@s está en el jardín, se han construido de forma muy improvisada una mesa con unas tablas de madera para fabricar caretas de miedo para quien quiera, y quieren anunciarlo en un cartel de madera. Viene B. y me pregunta:
 -¿Cómo se escribe la "ja"? 
- ¿La "ja"?-pregunto yo
- Sí, pero la "ja" de halloween. - ¿y "güin"?- me vuelve a preguntar
    Escribo la palabra con un palo sobre el barro y él va y viene varias veces hasta asegurarse de que lo ha escrito bien. En ese momento, parece que le va la vida en escribir ese cartel, es tan fuerte su deseo, que no necesita que nadie le obligue a escribirlo y, por supuesto, y enlazando con lo que os contaba en el post ¿Qué pasa cuándo decimos "muy bien"?, su propia satisfacción es suficiente y nadie tiene que aplaudirle, ni darle la enhorabuena, ni ponerle un MB en rojo en aquella ficha  tan aburrida que le mandaron de deberes.
     La vida en El Dragón es así constantemente, se sienten libres para escribir algo a su mamá, para apuntar sus platos de comida favoritos o los materiales que se necesitan comprar. 

      Halloween...Los cuentos de miedo también han sido protagonistas estos días en El Dragón. Unos niños van anunciando por la casa "Quién quiera escuchar una historia de miedo que vaya a la sala de música". Ahí se acaba juntando un grupo de edades variadas deseoso de escuchar la historia. 
     Justo cuando se baja un poco la persiana para conseguir algo de oscuridad, varias niñas de 3 años deciden no quedarse y piden salir de la sala. Algunos de 4 y 5 se quedan cerca de mí para coger mi mano, si lo necesitan. Uno de 6 intenta negociar con el que va a contar para que la persiana no se llegue a bajar del todo, pero le dice que en algún momento se quedará todo oscuro así que, como la historia es así, si no quiere se puede ir. Tardan un rato en negociar porque N. no quiere perderse la historia y no quiere oscuridad. L@s demás dan ideas y le ayudan y animan para que se quede. Al final se sienta a mi lado y se queda. Hay dos ayudantes: uno sube y baja unas rendijas la persiana cuando el "narrador" se lo indica, el otro toca las teclas del piano para crear ambiente de misterio, miedo y susto (¡y cómo lo consigue!).
     Mi papel ahí es solo el de estar. Estoy para garantizar la seguridad de tod@s, para acompañar a quien me necesite, para ayudar a que se realice la actividad con éxito y para pararla solo en el caso de que vaya en contra de las normas básicas de convivencia (respeto a personas y materiales).
    La presencia adulta ayuda ahora que llevamos poco tiempo funcionando pero la regulación ideal la va creando el grupo, no la autoridad adulta. Tod@s l@s que acudieron a la sala decidieron las normas de ese momento, se ayudaron si tenían miedo, se dijeron "eso no lo digas en la historia, es una palabrota y no nos gusta" y establecieron las consecuencias para los que interrumpían: "Cada vez que interrumpáis y no me dejéis contar, subiré un poquito la persiana y habrá menos oscuridad" y así lo hacía, oye, sin avisar más y sin echarse atrás. Casi acaban a plena luz con la persiana hasta arriba pero se recondujeron y volvió la oscuridad.
    Cuando terminaron, les invité a hablar de sus miedos. Cada niño y niña de entre 4 y 9 años se contaron qué les asusta y se dieron consejos para superar los distintos miedos.
    ¡Vaya momento tan interesante! Sus emociones en juego, sus íntimas preocupaciones compartidas sin miedo. En ese momento ya estaba yo a punto de caramelo, con los pelos de punta y la emoción aflorando en forma de lagrimita. pero ya me tuve que contener de verdad cuando les pregunté:
- ¿Creéis que los adultos tenemos también miedos?
- - dijo N.- Los adultos tenéis miedo de que les pase algo a l@s niñ@s. 

     Aunque suene muy poco a educación activa y respetuosa, he de decir, que me los comería a tod@s. Mi gran amiga Manuela siempre dice que entiende a los ogros ( y la entiendo) y Gustavo Martín Garzo describe, como siempre de forma exquisita, ese deseo en su libro "Todas las madres del mundo":

LAS OGRESAS:
    Lo peor de las madres de los ogros era su terrible apetito. No era, en absoluto, que no quisieran a sus hijos. Es posible, de hecho, que pocas madres hubiera en el mundo que quisieran más a los suyos, sólo que tenían que luchar contra esa naturaleza devoradora de carne que como ogresas les correspondía. Y esto las hacía sufrir terriblemente, pues les bastaba con ver a sus ogritos y ogritas recién nacidos, para que, al encontrarlos tan guapos, sintieran unas irresistibles ganas de comérselos. Por eso, la crianza era para ellas un auténtico infierno. Como todas las madres, se veían obligadas a bañarlos y a cambiarlos, a darles de comer y a dormirlos, y, como a todas ellas, nada les parecía más hermoso en esos momentos que el bebé que tenían que cuidar y atender. Pero su problema, al contrario que el de las otras madres que existían, humanas y no humanas, era que cuanto más hermosos los veían más apetecibles les resultaban. Y más ganas, por tanto, les entraban de comérselos. Por eso, no había escena más dolorosa que asistir al momento en que, tras no poder resistirse más, una ogresa finalmente se comía a su hijita, mientras enormes lágrimas corrían por sus mejillas. Dicho así parece una barbaridad, pero puedo aseguraros que no había en el mundo una escena de amor más delicada y tierna. «Qué culpa puedo tener yo —parecían estar diciendo mientras besaban y lamían los huesecillos que iban quedando en la mesa— de que fueras una ogrita tan guapa.»